idea contraria de " la naturaleza se encuentra al servicio del ser humano

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Respuesta dada por: aixchopbarrera
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La naturaleza al servicio del hombre

Los defensores de esta forma radical de ecologismo parecen a ratos los sacerdotes de una nueva suerte de religión.

CON LA discusión acerca del proyecto HidroAysén ha proliferado, especialmente en internet, una línea argumental de amplios alcances. Concretamente, un cierto ecologismo que parece ser el resultado de la improbable síntesis de espiritualidad new age y de evolucionismo darwinista desarraigado de su marco de referencia científico. El principio de este ecologismo sui generis podría rezar: "todos los seres que existen en el universo son producto de la selección natural y, por tanto, ninguno tiene por sí mismo más valor que otro".

Así, el homo sapiens no sería más que una de entre tantas especies y, fuera del hecho de ser particularmente agresivo con su entorno, no tendría ninguna característica en virtud de la cual se lo debiera considerar más valioso que cualquiera de las otras. Por eso pareciera que para quienes profesan ese tipo de ecologismo, el surgimiento de la inteligencia en el universo es no sólo un accidente, sino un amargo y triste accidente. ¡Ay de la naturaleza desde el momento en que surgió la razón! La aparición del hombre -¿un error de la evolución?- no habría venido sino a interrumpir la paz que durante eones gozó Gaia.

Los defensores de esta forma radical de ecologismo parecen a ratos los sacerdotes de una nueva suerte de religión, cuyo credo vendría a subvertir el inveterado prejuicio monoteísta de que es la naturaleza la que está al servicio del hombre y no al revés. Este ecologismo radical se plantea así en antagonismo, no sólo con las tradiciones religiosas que sostienen la primacía del hombre, sino también con la tradición ilustrada y liberal que defiende la existencia de los derechos individuales. Kant, por ejemplo, sostenía que por el solo hecho de ser inteligente, el hombre tiene a priori un derecho sobre todos los objetos que existen en la naturaleza, independiente de las características que éstos pudieren tener separada o conjuntamente.

La necesidad de admitir este derecho es simple. De no hacerlo, sería forzoso concluir que, en rigor, los hombres no carecen de la autorización moral para hacer nada, ni siquiera moverse o permanecer de pie allí donde están. Por ello, este derecho supone que, prima facie, estamos autorizados a usar y a aprovechar todo lo que se encuentre en la naturaleza y que el único límite para ello es la integridad o los derechos de otras personas. Que si hay alguna razón para prohibir o impedir el uso, la apropiación o el aprovechamiento de algo, ésta sólo puede radicar en los derechos de otras personas y no en los pretendidos derechos de la naturaleza o de otros seres vivos.

Podría afirmarse que hecha abstracción del hombre como especie, o si se quiere, de la inteligencia como tal (pues hasta ahora no nos consta que existan otros seres inteligentes en el universo), carece de sentido que exista el universo. Esta no es una afirmación científica ni comprobable (su contraria tampoco lo es). Pero, sin embargo, sigue quedando en pie el hecho de que sin una inteligencia en ella, la naturaleza sería un espectáculo mudo, sordo y ciego. En realidad, ni siquiera sería un espectáculo.

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