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Desde que comenzaron a sucederse incendios en septiembre, en Australia el fuego ha acabado con la vida de 27 personas, ha quemado una superficie de más de ocho millones de hectáreas -equivalente a la extensión de Irlanda- y se calcula que podrían haber muerto un millar de animales.
El primer ministro, Scott Morrison, ha admitido que se han cometido errores en la gestión de esta catástrofe. Las altas temperaturas no hacen presagiar que se puedan sofocar los focos en los próximos días, pero, mirando a más largo plazo, ¿cómo se regenerarán, más adelante, los bosques quemados?
Para empezar, la regeneración forestal posterior al incendio no es lo mismo que la recuperación forestal. La recuperación supone volver a ver en el paisaje quemado las especies de árboles, arbustos y flores que devoraron las llamas, con la densidad previa al incendio, o al menos con el mismo tipo de flora que había en el lugar. Pero un paisaje puede regenerarse sin poblarse de las especies que preexistían. Así, si el ecosistema lo admite, los robles podrían reemplazar a los pinos, o se pueden plantar matorrales más tolerantes a la sequía que los que necesiten más humedad, en coherencia con las nuevas condiciones de la tierra. Y es que el tipo de comunidad vegetal que recoloniza los bosques quemados depende del clima de una región en los meses y años posteriores al incendio, ya que las temperaturas más altas y la disminución de las precipitaciones pueden comprometer sus posibilidades de recuperación.
En este sentido, un estudio reciente publicado a principios de este año en Ecology Letters, que examina la recuperación forestal y ha codirigido la Dra. Camille Stevens-Rumann, profesora de la Universidad Estatal de Colorado y ex bombero, tras estudiar cerca de 1.500 sitios de incendios forestales que se incendiaron entre 1988 y 2011, concluyó que el cambio climático fue determinante para la reforestación de los bosques. Detectaron que antes del año 2000, el 70 por ciento de los bosques quemados volvían a ver crecer su árbol dominante anterior, y después de 2000, ese porcentaje cayó al 46 por ciento, y en un tercio de los bosques estudiados no volvieron a crecer los árboles. El equipo investigador afirmó que la tendencia dominante era un clima más cálido y seco después de 2000, que atribuyen al cambio climático.
En cuanto a las tareas específicas de gestión reforestal tras el incendio, se distinguen acciones inmediatas, a corto, medio y largo plazo, en función de su urgencia, y todas se encaminan a evitar la pérdida de suelo y la contaminación de hábitats acuáticos (aguas superficiales y subterráneas, ríos, mar...). La recuperación de la mayor parte de las propiedades de los suelos afectados por incendios puede tardar entre 1 y 5 años, y en las condiciones más desfavorables (por ejemplo en suelos de zonas con mucha pendiente o donde se haya destruido por completo la materia orgánica), la restauración de la vegetación puede incluso no llegar a producirse nunca debido a la pérdida total del suelo y al afloramiento de la roca.
Las primeras medidas han de procurar la regeneración de la cubierta vegetal, la gestión de las cenizas y la retención de nutrientes, así como la mejora de la estructura del suelo y la regeneración de los microorganismos del suelo. Las acciones a medio plazo, que se conocen como tratamientos de rehabilitación, se desarrollan normalmente al cabo de 1 y 3 años tras el incendio, e incluyen medidas como ayudas a la regeneración natural postincendio de las masas quemadas, plantar más flora, recuperar bosques autóctonos, etc. Por último, las acciones de restauración postincendio se llevan a cabo pasados los 3 años, y tienen como objetivo la recuperación total del ecosistema.
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