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EL SAPO QUE QUERÍA SER ESTRELLA (Óscar Alfaro)
-He visto pasar una víbora con el cuerpo lleno de luces. Parecía una cadena de estrellas y era porque se tragó a las luciérnagas del huerto. Así decía el sapo, escondido bajo el rosal, que aquella noche estaba cubierto de bichitos de luz. -Pensar que si yo me tragara las luciérnagas de este rosal brillaría igual que la víbora. Y me convertiría en estrella. Y todos los que me desprecian por mi fealdad se morirían de envidia al verme tan hermoso. Si, me voy a comer todas estas luciérnagas doradas. En ese instante sopló el viento y sacudió el rosal, derramando una lluvia de luces. El sapo abrió la boca y la primera luciérnaga le pintó de oro la garganta siguió, como una chispa hasta el fondo de su panza.-¡Bravo...! ¡Ya empiezo a brillar! Siguió lamiendo, una tras otra, las manchitas de luz que salpicaban el césped, hasta que no quedó ninguna. -¡Es maravilloso! Ya nadie brilla en el huerto. ¡El único que brilla soy yo! Y realmente parecía un sapo de cristal, un hermoso sapo verde, relleno de fuego. Loco de orgullo y alegría, se miró en el espejo de agua. -¡Soy lo más hermoso de la naturaleza!- dijo y se tiró en el estanque. Los peces se alborotaron y dijeron: -¡Qué milagro! ¡Cayó una estrella al agua!
-¡Soy una estrella!...¡Soy una estrella!...-repetía el sapo, echando chorros de luz por la boca y por los ojos.
Una guirnalda de peces multicolores lo observaba, girando a su alrededor.
-¡Qué extraño!...¡La estrella tiene la forma de un sapo!...
-Pero es una estrella. - Y continuaba la ronda de peces asombrados.
-Sigan girando, sigan girando, que soy una estrella y ustedes mis saltélites- decía el sapo. Loco de felicidad.
La noche empezó a desteñirse y el sapo temió que sus reflejos se apagaran con el día, descubriendo su verdadera identidad. Por eso, se fue nadando hacia arriba, seguido por los peces que le pedían a coro:
-Estrella hermosa, quédate en el agua.
-Ilumina la oscuridad en que vivimos.
-Serás la reina de este mundo submarino.
Pero el sapo llegó a la superficie y dijo:
-Tengo que volver al cierlo antes de que salga el sol.
Dio un gran salto y dejó a sus amiguitos con el agua al cuello y la boca abierta llena de admiración.
Un gallo viejo y pensativo, que aquella noche no podía dormir, vio salir al extraño sapo del estanque. Abrió y cerró los ojos varias veces, lleno de asombro y, por fin, despertó a las gallinas que dormían en el mismo árbol.
-¡Miren: la estrella del amanecer se cayó al lado del estanque y está rebotando en el suelo! ¡Mirenla!
Todas despertaron de golpe y gritaron:
-¡Vamos a verla de cerca!
Y fueron volando hasta donde estaba el sapo luminoso.
-Tonterías, no es una estrella sino un sapo.
-¿Y por qué brilla tanto?
-Es un sapo que se escapó del infierno.
-No sean supersticiosas. Brilla porque se tragó a las luciérnagas del huerto.
-¡Que horror!...¡Es un sapo muy malo!
-Mató a esos pobres bichitos para robarles su luz.
-Merece un castigo
-Sí. ¡Merece un castigo!
Y decidieron atacarlo a picotazos. Pero, apenas recibió los primeros golpes, el sapo dejó asombrado a todo el mundo: empezó a volar...
-¡Era una estrella verdadera y nosotros nos atrevimos a picotearla...! - Dijeron las gallinas deslumbradas.
-¡Yo todavía tengo su luz en mi pico!- Dijo el gallo, dándose importancia.
El sapo no salía de su asombro al verse en el aire. Lo cierto es que las luciérnagas que estaban dentro de él, al sentir los picotazos, resolvieron volar para salvarse, pero sólo consiguieron levantar al sapo.
-¿Ahora quién dudará que soy una estrella?...¡Si ya estoy en el cielo!
Y se puso a cantar, queriendo llamar la atención. Pero abrió tanto la boca, que las luciérnagas empezaron a escaparse de su panza. Y él seguia cantando, sin darse cuenta de nada.
Pero, de repente, sintió que se caía. Todas las luciérnagas lo habían abandonado.
-¡Me voy a estrellar...!- Gritó el pobre-. Seré un vulgar sapo aplastado, yo que subí como estrella...
¡Qué pobre final para tan glorioso vuelo