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La médula espinal, la principal vía de comunicación entre el cerebro y el resto del organismo, es una estructura cilíndrica de nervios que se extiende desde la base del cerebro en dirección descendente para terminar en las primeras vértebras lumbares. La médula está protegida por las vértebras de la columna vertebral. Los tractos ascendentes y descendentes de las fibras nerviosas de la médula espinal pasan a través de las aberturas entre cada vértebra.
La médula espinal está muy organizada; los nervios están ordenados en fascículos y no al azar. La parte anterior de la médula espinal contiene los nervios motores, que transmiten información a los músculos y estimulan el movimiento. La parte posterior y lateral de la médula espinal contiene los nervios sensitivos, que llevan la información sensorial al cerebro acerca del tacto, la posición, el dolor, el calor y el frío.
La médula espinal puede resultar lesionada de muchas maneras, produciendo diversos patrones de síntomas; estos patrones permiten que el médico pueda determinar la localización (nivel) del daño espinal. Las lesiones de la médula espinal pueden ser consecuencia de una sección de la misma ocurrida durante un accidente, una compresión o una infección. Puede sufrir daños cuando se interrumpe el flujo sanguíneo o por enfermedades que alteran la función nerviosa (como quistes de médula espinal, espondilosis cervical o esclerosis múltiple).
Lesiones debidas a accidentes
Cuando la médula espinal resulta afectada por un accidente, la pérdida de la función neurológica puede ser parcial o total y producirse en cualquier parte del organismo en el nivel por debajo de la lesión. Por ejemplo, un trauma medular grave en medio de la espalda puede paralizar las piernas, pero se preservará el funcionamiento normal de los brazos. Además, puede experimentarse dolor en el nivel de la lesión o por encima de ésta, especialmente cuando se han afectado las vértebras.
Pueden permanecer intactos algunos movimientos reflejos que no estén controlados por el cerebro o incluso puede producirse un aumento de los reflejos por debajo del nivel de la lesión. Por ejemplo, se mantiene, e incluso puede exagerarse, el reflejo rotuliano (la parte inferior de la pierna se flexiona cuando el tendón situado debajo de la rótula se golpea suavemente con un martillo de goma). La exageración de los reflejos produce espasmos en las piernas. Los reflejos que se preservan son los responsables de que se desarrolle una rigidez muscular que conduce a un tipo de parálisis espástica. Los músculos espásticos se notan rígidos y duros, con sensación de pinchazos esporádicos y sacudidas espasmódicas en las piernas.
La recuperación del movimiento o de la sensibilidad durante la semana siguiente al traumatismo suele anunciar una recuperación favorable, pero cualquier disfunción que persista después de 6 meses es probable que sea permanente. Una vez que se han destruido los nervios espinales, la disfunción será permanente.
La médula espinal está muy organizada; los nervios están ordenados en fascículos y no al azar. La parte anterior de la médula espinal contiene los nervios motores, que transmiten información a los músculos y estimulan el movimiento. La parte posterior y lateral de la médula espinal contiene los nervios sensitivos, que llevan la información sensorial al cerebro acerca del tacto, la posición, el dolor, el calor y el frío.
La médula espinal puede resultar lesionada de muchas maneras, produciendo diversos patrones de síntomas; estos patrones permiten que el médico pueda determinar la localización (nivel) del daño espinal. Las lesiones de la médula espinal pueden ser consecuencia de una sección de la misma ocurrida durante un accidente, una compresión o una infección. Puede sufrir daños cuando se interrumpe el flujo sanguíneo o por enfermedades que alteran la función nerviosa (como quistes de médula espinal, espondilosis cervical o esclerosis múltiple).
Lesiones debidas a accidentes
Cuando la médula espinal resulta afectada por un accidente, la pérdida de la función neurológica puede ser parcial o total y producirse en cualquier parte del organismo en el nivel por debajo de la lesión. Por ejemplo, un trauma medular grave en medio de la espalda puede paralizar las piernas, pero se preservará el funcionamiento normal de los brazos. Además, puede experimentarse dolor en el nivel de la lesión o por encima de ésta, especialmente cuando se han afectado las vértebras.
Pueden permanecer intactos algunos movimientos reflejos que no estén controlados por el cerebro o incluso puede producirse un aumento de los reflejos por debajo del nivel de la lesión. Por ejemplo, se mantiene, e incluso puede exagerarse, el reflejo rotuliano (la parte inferior de la pierna se flexiona cuando el tendón situado debajo de la rótula se golpea suavemente con un martillo de goma). La exageración de los reflejos produce espasmos en las piernas. Los reflejos que se preservan son los responsables de que se desarrolle una rigidez muscular que conduce a un tipo de parálisis espástica. Los músculos espásticos se notan rígidos y duros, con sensación de pinchazos esporádicos y sacudidas espasmódicas en las piernas.
La recuperación del movimiento o de la sensibilidad durante la semana siguiente al traumatismo suele anunciar una recuperación favorable, pero cualquier disfunción que persista después de 6 meses es probable que sea permanente. Una vez que se han destruido los nervios espinales, la disfunción será permanente.
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porque el sistema nervioso es el encargado de manejar todos los estímulos que llegan al cuerpo y procesarlos al cerebro que da una respuesta inmediata
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