88 CARTAS A QUIEN PRETENDE ENSEÑAR

en el indeclinable papel del lector en la producción de la inteli-

gencia del texto.

Hay algo más que me gustaría aclarar: en el trayecto que rec<r

ITeré sobre los temas a tratar, en las idas y venidas en que los voy t<r

mando, deberé retornar a algunos de los ya referidos anterior-

mente. Me esforzaré para que esto resulte esclarecedor en lugar de

redundante.

Comenzaré por presentar la situación de quien, por primera

vez, se expone por entero a los alumnos.

Difícilmente estará ese primer día libre de inseguridades, de

timidez o inhibiciones, principalmente si la maestra o el maestro

más que pensarse inseguros se encuentran realmente inseguros,

y se sienten alcanzados por el miedo de no ser capaces de condu-

cir los trabajos ni de sortear las dificultades. En el fondo, de re-

pente, la situación concreta que ella o él enfrentan en el salón

de clase no tiene casi nada que ver con los discursos teóricos que

se acostumbraron a escuchar. En ocasiones incluso existe alguna

relación entre lo que escucharon y estudiaron, pero los asalta

una incertidumbre demasiado grande que los deja aturdidos y

confusos. No saben cómo decidir.

De hecho, el miedo es un derecho más al que corresponde el

deber de educar, de asumirlo para superarlo. Asumir el miedo es

no huir de él, es analizar su razón de ser, es medir la relación en-

tre lo que lo causa y nuestra capacidad de respuesta. Asumir el

miedo es no esconderlo, solamente así podremos vencerlo.

A lo largo de mi vida nunca he perdido nada por exponerme

a mí mismo y a mis sentimientos, evidentemente dentro de cier-

tos límites. En una situación como ésta, creo que en lugar de la

expresión de una falsa seguridad, en lugar de un discurso que de

tan disimulador revela nuestra debilidad, lo mejor es enfrentar

nuestro sentimiento. Lo mejor es decirles a los educandos lo que

estamos sintiendo en una demostración de que somos humanos

y limitados. Es hablarles sobre el propio derecho al miedo, que

no puede ser negado a la figura del educador o de la educa-

dora. Así como el educando, ellos tienen derecho de tener​

Respuestas

Respuesta dada por: stevendiaz49
0

Respuesta:

ala cabeza suya jajajjajajajjajajja

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