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La leyenda de Hachishakusama cuenta que el espectro fue encerrado en 4 pequeñas estatuas “jizo”, estas son representaciones del bodhisattva Jizo Bosatsu, guardián de los viajeros, de los niños y la maternidad; se cree que cuida las almas de los niños que no pudieron nacer o murieron muy pequeños y de cierta forma también los protegía de la dama de ocho pies de altura al mantenerla encerrada dentro de las estatuillas hasta que una de ellas se rompió y el demonio pudo escapar.
La primera persona en narrar su encuentro con Hachishakusama fue una mujer que tenía 18 años al momento de compartir la historia ocurrida diez años atrás mientras visitaba a sus abuelos en un pueblo rural de Japón durante las vacaciones de verano. Ella escuchó una masculina y profunda voz que repetía una y otra vez: po…po…po…po…po… como teniendo una profunda platica consigo mismo y cada sonido tuviese un significado distinto. Al buscar la procedencia de tal ruido, vio por encima de los arbustos de la parte trasera de la casa un sombrero de mujer, y se mostró extrañada de que una mujer pudiese ser tan alta, inmediatamente hizo un hueco por las ramas y pudo observarla solo unos instantes, porque la señora se esfumó de inmediato, llevándose con ella sus extraños sonidos.
La niña compartió la experiencia con sus abuelos quienes escuchaban atentamente, hasta escuchar sobre la altura y las expresiones de la dama en cuestión, ambos palidecieron; con total preocupación pidieron a la niña todos los detalles sobre aquel encuentro, y después de haber obtenido respuestas, el hombre salió corriendo de la cocina e hizo una llamada telefónica, después volvió para avisarles que tenia que salir, y dejó a la niña a cargo de su abuela con instrucciones precisas de que no se movieran de ahí y no se separara de la pequeña.
La niña estaba muy confundida, no sabia que ocurría y al preguntarle a su abuela, esta solo pudo decir con total terror en su rostro e incapaz de disimular sus gritos: “Le has gustado a Hachishakusama”, lo que solo los adultos sabían que significaba que su nieta estaba condenada a morir, pues la mujer fantasmal la raptaría y nunca mas la volverían a ver.
El abuelo volvió acompañado de una bruja que pretendía hacerle frente a La respetable dama de ocho pies de altura, ella puso un tazón con sal en cada una de las esquinas de la habitación, una cubeta para que la niña hiciera sus necesidades, una estatua de Buda para rezarle en caso de tener miedo, y un pergamino especificando que bajo ninguna circunstancia debía abrir esa puerta hasta las siete de la mañana del día siguiente, después la dejaron sola encerrada bajo llave.
No tardó mucho para que empezara a escucharse po…po…po…po…po…, anunciando que la Hachishakusama estaba cerca, la pobre niña moría de miedo, hasta que escuchó la voz de su abuelo preguntando como se sentía y alentándola a abrir la puerta para que el pudiese confortarla. Sin embargo, la niña recordó muy bien las instrucciones antes de salir, y prefirió arrodillarse frente al Buda y rezar mientras su miedo crecía junto con los sonidos de la mujer, y al ver que la sal de los cuencos se tornaba oscura.
La noche fue eterna para todos, pero el día finalmente llegó, y al salir toda su familia estaba ahí para recibirla, y llevarla lejos de ahí, a un lugar donde la mujer de ocho pies no pudiese encontrarla.