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Respuesta:
La vida y Dios se establecen como realidades que se condicen no abstracta sino históricamente. Ambas realidades acontecen y así son. Este dinámico condecirse de Dios y la vida no excluye la muerte como realidad que esencialmente atañe al hombre, sino que lo confronta con el sentido de sus radical finitud e inmanencia y, a la vez, cuestiona el significado que se haga de la infinitud y trascendencia de Dios. Ahora bien, la afirmación de fe en el Dios de Jesucristo no parece ser incompatible con afirmar un morir de Dios, sin que, al superar el esquema de una divinidad inmutablemente apática y ajena al destino de muerte que aflige al hombre, más bien resuelve la contradicción entre vida y muerte en tanto postula una identificación de Dios con un hombre muerto, Jesús de Nazareth, a quien proclama resucitado. De este modo da nombre a la unidad de la diferencia de vida y muerte estableciendo la persona de Jesús como concreta clave de desparadojización de la fe cristiana.
Explicación: