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"La intrusa" es, por otra parte, un cuento brutal, de una estética que desde este punto de vista, y al menos en uno de sus dos costados (el otro es el del decadentismo, como luego veremos), no se diferencia mucho de la de los naturalistas más crudos
"La intrusa" está precedido por un epígrafe: "2 Reyes, I, 26". Según he podido averiguarlo, ese epígrafe remite a un pasaje de la traducción de la Vulgata latina que, por encargo de Carlos III y Carlos IV, hizo y publicó en Valencia, entre 1790 y 1793, don Felipe Scio de San Miguel o, más precisamente, a un episodio que se encuentra en esa Biblia y no en otras (quiero decir que no se encuentra en las traducciones posteriores y ya se entenderá por qué) del Libro de Reyes.
"La intrusa" se pueden hacer al menos tres o cuatro lecturas, todas ellas muy consistentes y por supuesto que muy admisibles también, entre las que se cuentan la ya señalada lectura intertextual, una psicoanalítica, que tendría que poner el acento en el neurótico congelamiento de los dos protagonistas en su imaginario preedípico, otra feminista o de género