cual es la tesis de este texto cuál es el argumento y cuál es la conclusión ayuda porfavor
El conejo flaco. - Pero... ¡Santo Dios! ¡Si es don Manuel...!
El oso. - ¿Quién es don Manuel?
El conejo flaco. - ¡Mi último dueño, el dueño que yo tenía en Madrid! Le conozco
perfectamente.
El lobo. - Entonces podemos devorarlo con más satisfacción. Debíamos comerlo ahora. Puede
volver en sí y tiene la escopeta a su lado.
El conejo flaco. - No es una escopeta.
El oso. - No, es una lanza.
El conejo flaco. - Tampoco es una lanza. Es un alpen-stock, un herrado bastón de montaña.
El lobo. - ¡Oh...! Espero que no nos pongamos sentimentales. Si el compañero conejo quiere
su parte, la tendrá dentro de unos minutos.
El conejo flaco. - Es un hombre enamorado de la sierra, como el amigo oso, como el amigo
lobo, como yo. Los sábados se vestía un poco extrañamente, tal como ahí le veis, y se
marchaba con sol o con nieve, a recorrer las cumbres lejanas. No salía a matar ni trajo
nunca, a su regreso, víctimas ensangrentadas. Miraba la belleza del sol que nace o del sol
que se pone; el aspecto fantástico de un risco; la hermosa figura, nunca repetida, de cada
árbol; y oía el viento y el son del arroyo con el corazón lleno de dulzura. Un día escuché
cómo contaba su visión de un corzo sobre el nevado peñasco, a la orilla de un precipicio, alto
el testuz, arriba el cielo azul y abajo el extraño mar blanco fingido por la niebla que subía del
valle. Y no se le ocurrió, como a alguien entre sus oyentes, lamentarse de no tener a mano el
fusil con que romper aquella vida graciosa.
El oso. - Yo he visto más de una vez hombres como éste trepar alegremente por la montaña
y andar entre la nieve, en los días más duros de invierno... ¿Por qué lo harán?
El conejo flaco. - Yo lo sé, y vosotros la sabríais también, si conocieseis su vida. En verdad os
digo que no hay alimaña del monte más digna de compasión que los hombres de la ciudad.
La ciudad tiene la inquietud ansiosa de un eterno acecho, en el que cada uno es pieza y es
cazador. La cuidad es un ruido incesante: prisa, tumulto, voracidad, enloquecimiento. El
raudal humano en las calles es como el tropel de animales que huyen de un bosque
incendiado. El aire está podrido; el sol, enfermo; el agua, envenenada. Los pájaros tienen cárcel; las flores, también. Unos arbolillos anémicos salen de sus tiestos a las aceras, como
paralíticos en sus coches de mano, y se retiran antes de medianoche. Es una existencia de
pesadilla. La cuidad es un corral de hombres. Y algunos hombres huyen -como yo he huido-
de ese corral, aunque por poco tiempo. Sienten como nosotros la necesidad de integrarse a
la tierra madre, tan bella; de huir de lo artificial, de respirar el aire ancho y libre de las
cumbres; de correr por el bosque o entre los picachos; de beber de bruces el agua del
regato, tan fresca y limpia, que llena el alma de emoción, como si bebiésemos, de una vena
de la tierra, sangre del puro y generoso corazón de la tierra. Gozan, como nosotros gozamos,
este sencillo e insuperable sentimiento de la naturaleza no adulterada. Después vuelven
tristemente a su corral inmundo. Son como nosotros mismos. Éste que ahí está, ignorante de
que decidimos su suerte, no es el hombre feroz, enemigo nuestro. Es... el hermano hombre,
que salió como nosotros de la tierra y que, como nosotros, la ama. Respetemos la vida del
hermano.
2. Escriba, la tesis de este texto
3. Escriba, cuál son los argumentos de este texto
4. Escriba, cuál es la conclusión del texto
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escriba la thesis de este texto es la conclusion del texto
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