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En el auditorio de la Biblioteca Juan José Arreola, afuera y adentro, se dan encuentro varios jóvenes que, según me enteré después, provienen de la preparatoria número 8 de la Universidad de Guadalajara. A punto de comenzar, Benito Taibo es presentado por la maestra de ceremonias, y antes de que empiece la charla, varios de los alumnos se retiran entre risas del recinto.
Benito Taibo los observa y, cuando tiene el micrófono dice: “Qué triste que se vayan, a ellos quería hablarles”.
Como parte de la semana académica del programa universitario de fomento a la lectura Letras para Volar, el escritor, poeta y periodista, Benito Taibo, ofreció durante el día de ayer varias emotivas, y muy graciosas e íntimas charlas. La primera tuvo lugar en la Biblioteca Pública del Estado, la Juan José Arreola, en la que además de contar algunos de los detalles de su acercamiento con la literatura, sus primeros tropiezos y la conformación del lector serio que quería ser, también compartió algunas de las estrategias que se están tomando a la ligera en cuanto al fomento a la lectura en México.
“El libro es lo mejor que nos ha pasado en la vida, una lectura transforma al que lee, cuando por primera vez me acerqué a la lectura lo primero que me impresionó fue entender que el libro no sólo sirve para aprender, que este se abre a nosotros con más de una finalidad y que depende de nosotros adentrarnos en este mundo maravilloso”, comentó Taibo frente a un público pequeño pero risueño y lleno de comentarios hacia el autor.
Sobre los programas, comentó, recordando también su infancia, que obligar a leer a un niño, o castigarle con la lectura ha sido una de las acciones en la educación más peligrosas: “Si me lo preguntan”, dice, “creo que una gran técnica es prohibir los libros, cuando a un joven le prohíbes algo, va derecho a hacerlo sin dudas”.
Después de una hora entre risas y anécdotas sobre libros, amores y juegos, en el que recordó una ocasión en que conquistó a una joven de su grupo por medio de un poema de Rafael Alberti, y fue ahí, cuando una mujer le dijo a Benito, en la ronda de preguntas y respuestas, que tal vez la lectura debía ser obligatoria y que es deplorable que los jóvenes que se salieron al principio de la conferencia se hayan perdido esta charla:
“No los podíamos amarrar”, asume con los hombros alzados, “ellos tienen todo el derecho a decidir escucharme o no escucharme, leer o no leer, lo que yo quiero es que se les garantice tener acceso total y libre a los libros por si quieren o no quieren hacerlo”.
Explicación:
FUE EN UNA CONFERENCIA QUE EL ESCRITOS LO DIJO PARA REFERIRSE A LOS JOVENES