Pues, como digo, era grande mi padecer interior; y era tal, que leyendo algunas veces las penas de las potencias de los condenados, me parecía aquello lo que yo padecía; y aunque el tiempo que asistían mis padres en la ciudad, tenía el consuelo de ir algunas veces a la Compañía, adonde hallaba alguna respiración en mis penas; mas esto era pocas veces y con el trabajo que digo; y fuera de eso, yo no me sabía o no podía explicarme con mi confesor. Mas en el campo todo me faltaba, aunque allí recebía a Nuestro Señor los días de fiesta que decían misa; y en uno de ellos, me hizo Nuestro Señor el beneficio de que fuera a decirla el padre Matías de Tapia, a quien, entrando a reconciliarme para comulgar, dije algo de mis fatigas y tormentos que pasaba, y quiso Nuestro Señor que me entendiera y alentara tanto, que yo quedé con aliento y esfuerzo para sufrir mis tormentos, y con mayores deseos de servir a Nuestro Señor. En este tiempo conocí cómo todo mi refugio había de ser, y todo mi vivir, Nuestro Señor Sacramentado;
1R/ escribe un final para el texto del ejemplo, que describa el mal hecho que la autora Augura
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Respuesta: Estas drogada :)
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