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Las familias caóticas-desligadas, también denominadas “familia de delincuente” se caracterizan por una ausencia de organización funcional debido a unos padres ausentes o muy distantes, sin afectos, y en las que no existen las normas y, en caso de que existan, son insuficientes, y están para ser transgredidas frecuentemente.
Al tener dificultades en establecer vínculos consistentes entre sus miembros acostumbran a tener serias dificultades en la resolución de problemas. Es difícil que se den coaliciones entre dos personas en contra de un tercero del mismo modo que no fácil que se establezcan alianzas para perseguir un objetivo que sea beneficioso para toda la familia. Las decisiones se toman de forma individual, sin consultar, aunque éstas afecten al resto de familiares.
Es habitual que el funcionamiento familiar se sustente en la figura de un chivo expiatorio, entendido como un miembro de la familia, generalmente un hijo, a través del cual los padres tratan de resolver un conflicto entre ellos exagerando problemas del miembro elegido inconscientemente para proyectar sobre él o ella sus tensiones y conflictos interpersonales quedando en un segundo plano la desarmonía conyugal convirtiendo al hijo o hija en una víctima pasiva de sus diferencias conyugales.
Entre los subsistemas familiares se establecen fronteras infranqueables y muy rígidas. En cambio, el funcionamiento de este tipo de familia establece una frontera permeable con el exterior. No es infrecuente que el entorno familiar esté al corriente de sucesos familiares que algunos miembros de la familia desconocen. Esto ocurre porque la vinculación emocional de los miembros de la familia es prácticamente nula, y los integrantes del grupo familiar se sienten más cómodos con vínculos establecidos con personas que no forman parte de la familia.
En las familias caóticas-desligadas se percibe una disciplina muy permisiva debido a la falta del establecimiento de unas mínimas normas y reglas familiares. En caso de existir reglas de funcionamiento, éstas son de tipo más implícito, heredadas del patrón cultural al que la familia pertenece, que explícito, algo que implicaría dedicar un esfuerzo en diseñarlas ad hoc para sí mismos y consensuarlas entre todos.
Los roles suelen estar repartidos contundentemente y ostentados siempre por la misma persona (“Mi hermana es la encargada de poner la mesa, y si ella no lo puede hacer porque está con gripe, yo me voy al bar a comer un bocadillo”). En caso de que sea imprescindible que sea otra persona lleve a cabo un determinado rol, se producen cambios bruscos y a menudo impropios para el momento evolutivo de quién es el nuevo adjudicatario del rol, como ocurre en el caso de la parentalización. Mantenimiento de la morfostasis: Es prácticamente imposible que la familia acepte la integración de una parte de otra familia en su seno, por ejemplo en el caso de matrimonio de uno de sus miembros con una persona divorciada y con hijos de una anterior relación. En esta situación, la familia intentará mantener férreamente su rígida estructura.