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Explicación Tristemente, personas con actitudes hipócritas las vemos a diario. Incluso, cuántas veces por “necesidad” tú y yo hemos tenido ese actuar fingiendo creencias, estándares sociales o económicos, opiniones, virtudes, sentimientos o cualidades que en realidad ni sentimos, ni seguimos, ni poseemos, ni creemos.
El espectro de la hipocresía es amplísimo y hay mucho que hablar de ese comportamiento que, desafortunadamente, en uno que otro se ha convertido en un estilo de vida y actuar tan vil que desdice de su dignidad de persona.
El hipócrita vive una miseria humana, entre chismes, críticas, doble moral, murmuración, falsedad, escándalos. Muchísimos acuden a la Iglesia, hacen labores altruistas y ayudan al prójimo por «sentirse buenos», guardar las apariencias, ser reconocidos y fingir lo que no son.
En algunas personas la deslealtad, la falsedad y la hipocresía son como el pan nuestro de cada día: me sirves, te uso y lo haré mientras me convengas o te necesite.
Luego, decido que ya no me sirves y hasta me estorbas, entonces te traiciono, te tiro. Eso sí, cuando te vuelva a necesitar te busco con mi «carita angelical”, te repetiré cosas dulces para que creas que soy sincero y hasta te pido un perdón que no siento… Así es el actuar del zalamero, el cual repetirá tantas veces como convenga a sus intereses.
O qué tal estas otras personas de las que escuchas palabras dulces, agradables al oído -y al ego- tan melosas que les escurren miel… Dicen cositas acarameladas con un tono tan fingido, muy particular y poco auténtico.
También así se manejan los “doble-cara”, delante de uno son miel y detrás son hiel… Sólo nos queda pensar que las personas que hablan a nuestras espaldas nos demuestran que siempre estaremos delante de ellas.
Definitivamente, sí hay hipócritas que utilizan la falsedad como su “modus vivendi”.
Esos seres humanos, porque han elegido no desarrollarse al nivel de personas, tienen comportamientos a los que hay que estar muy atentos para reconocerles y no caer en sus embustes, tales como:
Jamás decir las cosas de frente.
Difícilmente sostener una conversación mirando a los ojos.
Estar contigo, decir que te quieren y te das la vuelta y ¡cuidado! hablan hasta por los codos de ti.
Decirte que confíes en ellos mientras que, por la espalda, te acuchillan.
Ser muy labiosos y envenenar a los demás en tu contra.
Meter en chismes y problemas a las personas y luego hacerse las víctimas.
Engañar con suma facilidad porque la deshonestidad y ellos son uno mismo.
No guardar secretos, aunque si les preguntas dirán que su boca es una tumba.
Vivir con resentimiento y desamor, por lo tanto, no tolerar que alguien más sea mejor que ellos.
No vivir con valores auténticos porque su comportamiento no está enraizado en el amor sino en el miedo y en sus inseguridades.
Demostrar un amor desbordante, un cariño inusual. Nos hacen ver y sentir que somos lo mejor y, al mismo tiempo, hablan mal de nosotros y nos envidian.
Ser muy amargadas, aunque aparentan una alegría desbordante.
Difícilmente alegrarse de los logros de sus conocidos (digo conocidos porque casi amigos no tienen).
Casi nunca reconocer que se han equivocado.
Utilizar la pantalla de piadosos y cercanos a Dios, entre muchos otros.: