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Iba caminando con mi bastón y mi perro lazarillo. Más que ciego no tengo ojos. Un día sentí con mi bastón algo pegajoso, circular, tirado en el suelo. Me agaché y descubrí que eran dos ojos. Me los puse. Durante una semana vi las cosas de otro modo, pero el mundo era tan diferente de como lo había imaginado, que decidí quitarme esos ojos extraños y tirarlos por el excusado. A mis años, no se puede andar cambiando de punto de vista a cada rato.
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