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La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por la consolidación del sistema de producción capitalista. Este período presentó grandes avances tecnológicos y científicos, haciendo que el mundo del trabajo también sufriera grandes transformaciones. Esta etapa trae consigo un nuevo orden socioeconómico donde hombres, mujeres y niños de la clase proletaria se ven forzados a vender el único activo que les quedaba: su fuerza de trabajo. La concentración de mano de obra en las fábricas hizo nacer nuevas exigencias en la organización del trabajo. Las empresas buscaban su desarrollo mediante la libertad económica y así mismo se mantenían en constante búsqueda de reducción de gastos. Las consecuencias de esto, eran sufridas por los trabajadores, ya que a raíz de esto el proletariado recibía un salario miserable y además trabajaban en paupérrimas condiciones.