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Las reflexiones sobre la educación y la ética tienen la misma importancia para contemplar el avance del pensamiento, y los supuestos y fines que les dan sustento son los mismos: el engrandecimiento del hombre y la armonía de los vínculos sociales. Ello, desde la primera suma intelectual en Occidente representada por Platón. Durante el Imperio Romano, la Edad Media, el Renacimiento y la modernidad, tales conceptos se estudiaron y desarrollaron con base en objetivos e intereses específicos de las cúpulas del poder público, las jerarquías eclesiásticas, la nobleza, la burguesía o la creciente sociedad civil donde, de una u otra manera, anidaron pensadores que retomaron los planteamientos originales, ponderaron el devenir del hombre y vieron hasta qué punto fue necesaria una crítica a la instrucción del individuo y a su deber para consigo mismo y para con los demás.