Respuestas
Respuesta:
Hay una frase atribuida a San Agustín de Hipona que reza: “Odia el pecado, ama al pecador”, separando los hechos —terribles— de quienes los cometen. El problema es que “amar” al pecador no es algo fácil o sencillo. Si aplicamos esta filosofía en el mundo del arte ¿qué debemos hacer si el creador de una magnífica pieza es una persona monstruosa? ¿Podemos separar el arte del artista? ¿Debemos hacerlo? ¿Es posible admirar el arte sin tomar en cuenta los pecados de su creador? Y quizá la pregunta más complicada, ¿qué se le debe perdonar a un gran artista?
El primer impulso es separar el arte de su creador y, quizá, debemos hacerlo así; sin embargo, queda la duda de si esta postura es congruente. ¿Podemos criticar algunos delitos, pero a la vez admirar a quienes los cometen? Quienes defienden este punto sostienen que después de todo Picasso era misógino y maltrataba a sus mujeres, Caravaggio era un matón y no podemos dejar de admirar su arte por ello. Cierto, muchos artistas son transgresores y los admiramos por ello. Pero en estos casos no estamos hablando de conceptos abstractos o relativos como la transgresión o de personas de otra época, sino de crímenes realizados en el siglo XXI (algunos en el XX) tipificados en códigos penales alrededor del mundo, como la violación. ¿Debe estar una celebridad por encima de la ley? ¿Es tan valiosa su contribución al mundo del arte o ciencia como para ignorar la ley o la ética?
Explicación: