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La reina María Cristina de Borbón, última de las cuatro esposas del rey Fernando VII, tuvo un especial protagonismo en el tiempo del afianzamiento del régimen liberal y del difícil y lento cambio de las viejas estructuras del Antiguo Régimen en España, cambios que la Corte se resistió a asumir. Al iniciar sus responsabilidades de gobierno, durante la minoría de edad de su hija Isabel II, María Cristina se halló ante un ambiente político muy crispado, en el que las distintas fuerzas (liberales, divididos entre moderados y progresistas, carlistas, etc.) mantuvieron duros enfrentamientos entre sí, alcanzando cotas de crueldad difícilmente igualables en la primera guerra carlista. Por su parte, las potencias absolutistas europeas, en particular la Santa Sede, Austria, Prusia y Rusia, se negaron a reconocer a Isabel II como reina de España y a su madre, como reina gobernadora en la minoría de edad de la reina niña. En ese periodo, se pusieron en marcha una serie de medidas revolucionarias que, en buena medida, despojaron de su poder a la Iglesia española, la cual las rechazó con el apoyo de Roma. No fue un tiempo fácil, pero tampoco María Cristina fue capaz de desempeñar adecuadamente las responsabilidades de su cargo, condicionada por su miedo constante a la hidra revolucionaria, a la anarquía, al régimen representativo y su apego al poder absoluto tal y como lo habían desempeñado sus antepasados.
Si sólo hubiera sido reina consorte, la trascendencia del personaje habría sido escasa. Al recibir las riendas del poder ante la incapacidad y muerte de su marido y convertirse en reina gobernadora, adoptó un comportamiento político que no contentaría sino a un restringido grupo de políticos, representantes de las tendencias más conservadoras del partido moderado. De ser un personaje recibido con simpatía en todo el reino, y especialmente en Madrid, con la excepción de los partidarios del absolutismo más extremo, pasó a verse obligada al exilio en 1840 y 1854 y denunciada en las Cortes. Las complejidades de su vida privada no le permitieron tener una mayor capacidad de maniobra en demasiados momentos. El hecho de ser mujer, tampoco.