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Actualmente el 30% de los niños latinoamericanos vive en hogares de alta precariedad. Y esto va en aumento. La gran mayoría de los niños y niñas de la región vivirán en ciudades con enormes desigualdades sociales, con un medio ambiente deteriorado y un aumento de asentamientos irregulares; y aunque la mayoría de las ciudades dispone de la infraestructura necesaria para garantizar el bienestar y el desarrollo integral de la infancia, estas ventajas urbanas no están ni estarán disponibles para todos.
En este marco, es de fundamental importancia analizar el fenómeno de la inequidad e impulsar acciones para abordarlo, entendiendo que equidad en la niñez significa para todo niño y niña: “igualdad de oportunidades e igualdad de alcanzar resultados similares. No se trata sólo de acceso a los servicios; es necesario contar con las condiciones adecuadas en la comunidad, la familia y la sociedad con el fin de aprovechar al máximo los recursos y servicios disponibles”.
En este sentido, referentes técnicos, sociales y académicos han apostado por poner en práctica la perspectiva de la organización Equidad para la infancia. Como resultado, se han propuesto diez recomendaciones:
Garantizar que las políticas e intervenciones incluyan explícitamente a las poblaciones excluidas y menos favorecidas, y tengan un foco central en la infancia, desde los primeros años de vida.
Priorizar enfoques comunitarios y basados en contextos sociales, en lugar de aquellos enfoques que plantean una visión de “arriba hacia abajo”.
Incorporar el enfoque de equidad en la programación y las políticas basadas en evidencia.
Impulsar la participación de las poblaciones más vulnerables, en particular de niños, niñas y jóvenes, no sólo como beneficiarios sino también como agentes de cambio social.
Invertir en estrategias inclusivas de protección social, como un componente clave de la política pública.
Priorizar en políticas y programas de reducción de la pobreza y, al mismo tiempo, involucrar estructuras macroeconómicas a través de la tributación progresiva, y profundizando las medidas contra la corrupción, las transferencias financieras ilícitas y la evasión fiscal.
Establecer respuestas y políticas integrales para toda la vida y a partir de enfoques intersectoriales que aborden privaciones multidimensionales y superpuestas.
Desarrollar metas medibles para monitorear el progreso en la reducción de las brechas de desigualdad social y económica.
Promover e incorporar un enfoque de equidad en los marcos institucionales, organizativos y políticos, más allá de lo desarrollado en temas de género en las últimas décadas.
Desarrollar una terminología coherente de los componentes clave del concepto de equidad