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En los tiempos actuales, la importancia de la prensa como fuente de la historia resulta sin duda incuestionable. En general, los especialistas en ciencias sociales y los historiadores en particular, se muestran hoy de acuerdo en certificar la importancia de los periódicos como fuente historiográfica.
Lo cierto es que a partir de los años cincuenta el investigador de la Historia comienza a tomar conciencia de la importancia del periódico como reflejo de la historia inmediata, capaz de informar y formar opiniones.
En este contexto, el desarrollo de los nuevos medios (transformados en fieles testigos de la realidad) provocó el desplazamiento de las fuentes clásicas en favor de las nuevas fuentes de información.
Desde esta perspectiva resulta interesante recuperar las posturas que asumieron hacia finales de los setenta algunos representantes de la Nouvelle Histoire, como Le Roy Ladurie, Pierre Nora y Jean Lacouture, quienes manifestaron su interés por los nuevos modelos de la historia, inmersa en el acontecer y la actividad cotidiana, donde el periodismo se convierte en la forma elemental y de consulta obligada de la historia inmediata.
Esta propuesta metodológica que defienden los historiadores de la Nouvelle Histoire, resultó interesante para el futuro historiador y puso de relieve el protagonismo de los medios a los que el investigador debe acudir como a un vasto campo de trabajo en el que la prensa, pero también la radio y la televisión, actúan como testigos de excepción en el acontecer de cada día.
Así, los diarios pasaron a ser considerados como una importante fuente de información para la investigación científica, especialmente en las humanidades y las ciencias sociales.
Para el caso de la investigación histórica, comenzaron a utilizarse las publicaciones periódicas como fuentes que permitían analizar el estado de una sociedad por cuanto brindaban una manera particular de entender el contexto histórico de acontecimientos pasados.
De esta forma, los diarios se convirtieron en fuentes que pasaron a ser la materia prima que le permitió al investigador la reconstrucción de la historia. Un párrafo aparte, es la necesidad de destacar que frente a las fuentes historiográficas tradicionales (documentos, monumentos, testimonios orales, información demográfica, estadística, correspondencia oficial y privada, censos, testamentarias, mensuras, etc.), el desarrollo de los medios de comunicación vino a transformar el concepto de fuente, enriqueciéndolo y dándole un valor agregado desconocido hasta entonces.
Además, no se debe olvidar que el historiador necesita contrastar las fuentes periodísticas con otras de igual valor histórico para validar su contenido y transformarlo en científico. ¿Por qué? Porque la función del historiador consiste en relacionar acontecimientos de un pasado que se presenta necesariamente a través de los restos de modo fragmentario e incompleto, textos que el estudioso intentará descifrar, contrastar, comprender e investigar para luego reconstruir.
De este modo, los historiadores encuentran en el diario datos y noticias sobre todo tipo de acontecimientos, narrados por periodistas testigos de la realidad, del día a día, en un medio de apariencia efímera, pero de valor testimonial decisivo para los estudiosos que luego tendrán la tarea de reconstruir el recorte de tiempo investigado. Los diarios, durante mucho tiempo, se consideraron material que no merecía esfuerzos especiales de preservación, ya porque no se daban las condiciones para ella o no existían los medios, ya porque no se había creado una consciencia de que fuera necesario preservarlos.
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