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Una cosa fue el descubrimiento de la vacuna frente a la viruela y otra es que, para tratar la tuberculosis (causado por la bacteria MYcobacterium tuberculosis), se expusiese a los enfermos a aliento de las vacas. De hecho, teniendo en cuenta que durante mucho tiempo las vacas infectadas de tuberculosis fueron la principal fuente de contagio a través de las microgotitas en su aliento y a la leche contaminada, eso hubiera sido simplemente una forma más de exacerbar el contagio.
Por ponerlo más claro aún, el virus de la viruela bovina se manifiesta a nivel cutáneo con pápulas rellenas de material infeccioso en las mamas de las vacas (por eso las lecheras, al ordenarlas, solían inmunizarse y no sufrían la viruela humana). La tuberculosis, sobre todo la forma pulmonar que es la más típica, se caracteriza por la formación de cavernomas o tuberculomas dentro del tejido pulmonar, rellenos del material que secreta el cuerpo en un esfuerzo por atajar la infección, rodeando al agente infeccioso, y con una cápsula fibrosa.