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oye espero te sirva
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Por: Jorge Restrepo 04 de septiembre 2009 , 12:00 a. m.
La pobreza es estadística, realidad u opción política. Como sea, la sociedad no pueden manejarla mentalidades para las que es un índice como el precio de la divisa, ni para las que es otro rasgo cotidiano al que el país se habituó, en casos además con la agresividad de muchos, por ejemplo con quienes se rebuscan limpiando vidrios de carros.
Ante la cuantificación cíclica de la pobreza hay indiferencia, alguna consternación, o política, que empieza cuando se la considera inaceptable y así entonces prioridad que provoca protesta y, más allá, oposición, con propuestas para erradicar un daño grave que desmiente la prosperidad. Si un país mantiene promedio de pobreza alto, es que su política desfavorece parte considerable de su población. Quizá porque ha sido recluida, reprimida y traicionada, se convirtió en determinante político solo recientemente, como lo comprueba la evolución de la geopolítica a partir de la aparición de la ciencia social. En Colombia es reciente oposición a gobiernos que han desestimado la pobreza o, como el presente, que sostiene que hay pobreza porque hay protesta y violencia.
La pobreza no solo es inadmisible por sí misma, sino porque además está acompañada de desigualdad. La política al respecto empezaría por hacer ver que es injusta, pero además perjudicial porque causa comportamientos de los cuales es muestra la patología abundante en sociedades gobernadas hace tiempo con criterios como el neoliberal, que supone que la riqueza por sí sola remedia la pobreza y disminuye la desigualdad, teoría corregida por la experiencia mundial, que es, sin embargo, la que están reeligiendo las mayorías clientelistas colombianas. Cambiaría algo cuando Congresos y gobiernos utilizaran en dar empleo la misma tenacidad que en reimponer esa reelección.
Un noticiero está haciendo campaña para solucionar la miseria de una mujer y sus cinco hijos, iniciativa buena por la conmoción y la solidaridad, aunque debe de haber mil casos semejantes en el país y ni caridad ni asistencia suplen ya la política en un mundo opulento capaz de nutrir, abrigar y emplear a todos, pero sin voluntad para hacerlo.
La señora del noticiero y tantos como ella desmienten cualquier política sin esta urgencia, aunque a partir de ahí difieran propuestas y procedimientos que motivan la conflictividad de pueblos donde el problema es agudo. En los choques regionales en curso el fondo son concepciones divergentes, pero cuyo origen es el desamparo de millones de latinoamericanos y su frustración con la politiquería tradicional. Coincidieron esta vez aquí la estadística de la pobreza y la aprobación del referendo, como prueba de la diferencia entre política y politiquería, entre justicia y abuso, entre bien de un grupo y común.