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I. INTRODUCCIÓN
Podría parecer extemporáneo o un tanto paradójico dedicar esfuerzos a estudiar la artesanía, ese artículo que se elabora manualmente y que expresa formas tradicionales de producción, en plena era
digital, cuando asistimos a una revolución de la tecnología de la
comunicación y nos impactan a diario las novedades que salen al
mercado; objetos manuables, que son a la vez teléfonos, cámaras
fotográficas, computadoras, reproductores de música, video, y que
nos involucran forzosamente en una visión nueva del mundo en el
que trascurre la vida cotidiana, modifican el empleo del tiempo, las
relaciones interpersonales y el imaginario social, en sentido general.
Sin embrago, el análisis de la artesanía como un fenómeno específico y de sus nexos y relaciones con diversos aspectos de la vida
social, económica y cultural sigue siendo un tema vigente, tanto en
contexto internacional como en el propiamente latinoamericano;
lejos de perder interés. su valoración social se acrecienta y adquiere
cada vez mayor reconocimiento en la medida en que la misma se
asocia con nuevas nociones y conceptos como el de la importancia
de la preservación de la diversidad cultural, el papel activo de los
conocimientos tradicionales en la dinámica de cambio social y el
lugar central de la cultura y la creatividad como factor de desarrollo
humano.
Esta visión renovada del significado actual de la artesanía que se
abre paso en las actuales circunstancias de la globalización, está
indisolublemente ligada a la revisión del significado que se le atribuyen a los conceptos de Cultura y Desarrollo como resultado de la
crítica al sistema desarrollista que ha llevado a la humanidad a una
situación real de riesgo, generando una crisis que ha sido catalogada de inédita, tanto por su alcance como por sus características, y
que ha impactado todas las esferas de la vida, desde las asociadas
con el medioambiente y las condiciones del hábitat, hasta las financieras, comerciales, productivas, alimentarias, de los mercados
laborales, etc.
La artesanía latinoamericana, y caribeña, muchas veces preterida
o reconocida sólo en calidad de “souvenir” vinculado a la tradición y el folklor, puede ser vista desde una nueva perspectiva como
una riqueza regional desarrollada por un valioso potencial humano
que forma parte del patrimonio intangible del área y que es depositario de conocimientos ancestrales provenientes de las diferentes culturas y raíces étnicas que conforman las diversas naciones
y nacionalidades de la región. Potencial este que integrado a una
nueva proyección, puede favorecer el desarrollo económico, social
y cultural, afianzando el sentido de pertenencia de los hombres a
su comunidad y contribuyendo al desarrollo de los individuos y
las colectividades desde una actividad que a la vez genera riqueza
material y espiritual.
Pero esta nueva visión sólo es posible asumirla desde una perspectiva democratizadora, respetuosa de la diferencia y la justicia
social, que supere los prejuicios, la discriminación, y el mercantilismo con que ha sido tratado, en no pocas ocasiones, el sector
artesano, para que éste sea visualizado como una fortaleza desde la
cual es posible proyectarse ante una crisis que nos obliga a revisar
y repensar la noción que hasta ahora se ha tenido del desarrollo y
del progreso social.
Para el contexto latinoamericano, donde el proyecto inconcluso de
la modernidad se actualiza con las demandas de los sectores populares y los nuevos retos del proceso de globalización, son muchos
los temas asociados con las producciones simbólicas de la cultura,
de las que la artesanía participa como una de sus más ricas expresiones, que precisan de nuevos enfoques y visiones que favorezcan
su plena inserción en el tejido social y en el diseño de las políticas
nacionales sobre desarrollo humano.
II. LA DIMENSIÓN CULTURAL DEL DESARROLLO
El desarrollo como concepto que expresa las aspiraciones sociales e individuales por una vida plena ha variado históricamente.
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