Respuestas
Respuesta:
En toda la región está en marcha un proceso de reorganización de
las relaciones internacionales aguijoneado por el brusco crecimiento
de China. La República de Corea está conquistando cada vez más y
más posiciones influyentes. De ahí que, el incremento de los ánimos
nacionalistas se manifieste tanto en Beijing como en Seúl facilitados
por la herencia de un pasado colonial nipón mal digerido que se
complementa con la confusión que rodea el atisbo de excusa planteada por Tokio en alguna ocasión en relación a su comportamiento
pasado. Por una parte se observa el desarrollo de China y de Corea
del Sur, y por otra, la debilidad de Japón, perjudicado por el reequilibrio que experimenta el poder regional. China da a entender a Japón
que se propone capitanear sin mesianismos, pero asumiendo las
consecuencias de las dimensiones de su territorialidad y el éxito de
su proceso. Terminó el período cuando Japón era visto como el líder
de la región y tomado como ejemplo a seguir por los demás. De esta
manera, el litigio territorial es tan solo la punta visible de otros procesos más profundos.
Asia-Pacífico se
ha convertido en
la zona de mayor
vitalidad
económica del
mundo. Según el
Banco de
Desarrollo de
Asia, a mediados
del presente siglo,
la región
representará la
mitad de la
economía global
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Si las razones de ambas partes respecto a la titularidad de las islas
Diaoyu/Senkaku presentan fisuras, el derecho internacional tiende a
favorecer a aquel país que ha ocupado o tomado medidas de diverso tipo para mostrar y ejercer su soberanía. Eso explica el interés de
China en nombrar las islas, delimitar su perímetro, confeccionar
mapas idóneos, plantear demandas de reconocimiento ante
Naciones Unidas, etc. Con todo, no parece probable que China llegue
a admitir un arbitrio internacional, aunque pueda trasladar a organismos internacionales sus puntos de vista.
Una gestión de las diferencias por ambas partes que excluya la posición tradicional de aparcar la reclamación y centrarse en la obtención
de beneficios tangibles a través de la explotación de los recursos no
es aconsejable. Pero tampoco es fácil de materializar. Al parecer,
estuvo a punto de lograrse en 2008, frustrándose por algunas reacciones internas de signo nacionalista que siempre encuentran en
este asunto un filón electoral que perjudica seriamente la posibilidad
de garantizar que los acuerdos lleguen a buen puerto.
Ambos países necesitan con urgencia construir las bases de otro discurso, basado en el fomento de la confianza mutua y la cooperación
frente a retos comunes, empezando por las materias de orden humanitario como la respuesta conjunta a los accidentes marítimos o la
piratería. Ello hubiera sido posible en tiempos no muy lejanos. Hoy,
el cambio de la ecuación estratégica en la región lo aventura difícil,
pero no del todo imposible. Valga de ejemplo la experiencia de patrulla conjunta de China, Laos, Myanmar y Tailandia en el rio Mekong,
en marcha desde diciembre de 2011, y que ha servido para garantizar la protección del transporte de mercancías en una ruta plagada
de piratas.
A nadie le conviene un conflicto militar, pero la paz no se garantiza
sola. Shinzo Abe, durante su primer periodo de gobierno, visitó
China en 2006 para “romper el hielo” que petrificaba las relaciones
bilaterales. Frente a los pesimismos que tanto abundan, ahora podría
tener una segunda oportunidad. Sea como fuere, los litigios fronterizos no deben tomarse a la ligera, aunque afecten a territorios ciertamente minúsculos.
Por último, cabe señalar que el impacto de estas tensiones en la relación sino-estadounidense es cardinal y los riesgos estratégicos que
supone son claros. China pide a EEUU extrema prudencia a la hora
de abordar las cuestiones sensibles que afectan a los intereses vitales respectivos, pero el eco de sus peticiones parece débil. Dicha circunstancia explica también el renovado interés de China por
aumentar sus lazos con Rusia ante la preocupación por el despliegue
del escudo antimisiles de EEUU en Asia-Pacífico. También con India,
acelerando la resolución de los litigios fronterizos pendientes y faci-
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litando su acercamiento a la Organización de Cooperación de
Shanghái.
Asia-Pacífico se ha convertido en la zona de mayor vitalidad económica del mundo. Según el Banco de Desarrollo de Asia, a mediados
del presente siglo, la región representará la mitad de la economía
global. El PIB total del continente aumentará de los $16 billones en
2010 a los $148 billones en 2050. La importancia de los vínculos
que China y EEUU puedan establecer en Asia-Pacífico es tal que condicionará el tono general de su relación. Según prime un equilibrio
basado en el compromiso con el desarrollo de la región o el antagonismo militar, así crecerán las posibilidades o no de un conflicto
abierto entre China y EEUU. Japón y los demás países de la zona
debieran terciar para impedirlo.
Explicación:
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