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el hombre está corrompido desde el pecado original, privado de toda rectitud, interior o exterior. Sólo con la ayuda de la gracia puede hacer algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser consecuencia de la libertad del hombre ya que esta no es más que una vana creencia. Depende exclusivamente de la voluntad arbitraria de Dios lo que le conduce a un estricto determinismo moral. En consecuencia, ni siquiera la ley moral puede ser cumplida, ya que la naturaleza "caída" del hombre lo impide. Sólo hay salvación en la fe de Cristo, que ha merecido el cielo para todo el que crea en Él. El hombre carga sus pecados a Cristo y éste nos imputa sus méritos. De modo que el hombre está predestinado y sólo a Dios pertenece la fijación eterna de la suerte del alma en la vida futura.
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