Respuestas
Respuesta:
1 ser mente abierta 2 ser amable y ser bondadoso
Explicación:
1. Debatir de forma racional
Eduardo Infante es profesor de Filosofía en un instituto de Gijón. Una de las cosas que enseña a sus alumnos es a distinguir un argumento racional de una falacia. “Buscamos ejemplos en la vida real y el Congreso hoy en día es una mina”. Recuerda un ejemplo reciente que usaron en clase: el vídeo de Gabriel Rufián llamando “palmera” a Beatriz Escudero, diputada del Partido Popular. “Los alumnos dijeron que era un ad hóminem como una casa. Es uno de los errores más graves en un diálogo racional. No se puede descalificar”.
2. Reconocer nuestros errores
Para tener claros nuestros objetivos y nuestros límites hemos de conocernos a nosotros mismos. Como decía Sócrates, “una vida no examinada no merece ser vivida”. Y, a menudo, ese examen llega a la conclusión de que hemos cometido errores.
Los políticos también se equivocan. Por ejemplo, Pedro Sánchez no acertó en el nombramiento de dos ministros que tuvieron que dimitir (Màxim Huerta y Carmen Montón). Carrasco Conde apunta que cuando se le pide a Sánchez o a cualquier político que rectifique, “se lo toma como un insulto. No debería ser así. Si uno tiene claros sus objetivos, tiene que saber que también se puede equivocar”. Y resume: “Se critica a quien cambia de opinión y se valora positivamente a quien cree ciegamente en sus ideas en lugar de defender lo mejor para todos”.
“El diálogo no es una competición en la que se tenga que derrotar al otro”, añade Infante. Hay que estar preparados para admitir que estamos equivocados o, al menos, “que en el discurso del otro también hay verdad”.
3Defendernos de las mentiras
“Facturé a través de una sociedad limitada y no era ilegal en ese momento”. “No hay ningún militante de ahora condenado”. Estos son algunos ejemplos de mentiras (o medias verdades) pronunciadas en los últimos meses por políticos, a quienes se acusa a menudo de maquillar la verdad, especialmente en campaña.
Un político que sepa filosofía podría estar tentado de usar este conocimiento para el mal y recurrir a la idea de la “mentira noble” de Platón, es decir, de las historias que se cuentan para salvaguardar el orden moral. En el otro extremo, Kant sostenía que no debemos mentir nunca. Ni aun cuando un asesino nos preguntara dónde podría encontrar a uno de nuestros amigos para matarlo.
Infante opina que el imperativo categórico de Kant es “una utopía moral” y subraya su carácter formal. Es decir, no prohíbe nada explícitamente (como “no mientas nunca”), sino que nos pide que obremos de tal modo que cualquier otra persona sea para nosotros siempre un fin y nunca un medio. Es decir, “nos está pidiendo que pensemos antes de actuar”. Si mentimos a alguien para conseguir su voto, estamos usando a esa persona como una herramienta en nuestro propio provecho.
A Greppi no le preocupa tanto que los políticos mientan como el hecho de asegurar que los ciudadanos tengamos herramientas para desmontar esas mentiras. Y para esto es importante que haya “momentos en los que la conversación no esté en manos solo de la propaganda y el marketing, y se pueda iniciar un diálogo con sentido”.
4. Diferenciar entre las apariencias y la sustancia
Maquiavelo escribía en El Príncipe sobre la importancia que tiene la reputación: “No es necesario para un príncipe tener las buenas cualidades que he enumerado, pero es necesario aparentarlas”. Esto puede recordar a los escándalos recientes con los másteres regalados. No es importante haber aprendido algo en clase, basta con tener el título en el currículum.