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Decir que el concepto del proceso salud-enfermedad obedece al del desarrollo de la sociedad es una verdad tan general que poco ayuda en el esclarecimiento del problema. Explicar que antiguamente las personas enfermas se llevaban a los cruces de los caminos para pedir consejo a los viajeros o que en Egipto y Grecia existieron los templos-sanatorios, en donde las personas, mediante determinados ritos, eran dejadas durante varias noches para que en sueños alcanzaran de nuevo la salud, da una cierta medida de lo que la medicina y la sociedad en conjunto habían avanzado.
La creación de los templos–sanatorios de Imhotep en Egipto y de Esculapio en Grecia indudablemente marcan una orientación de cómo tales sociedades daban respuesta al proceso salud-enfermedad. Lo que se encuentra en las organizaciones tribales, en donde existe el brujo-curandero, se convierte en las sociedades esclavistas —como la griega y egipcia a que nos referimos en templos que son a la vez sanatorios. Esto, en la sociedad feudal occidental, nos llevará a los hospitales regidos por los superiores de los monasterios, en donde por cierto predomina la jerarquía y el criterio monacal sobre el saber propiamente médico.
El saber médico de la sociedad feudal está profundamente compenetrado por una nueva concepción: la caridad cristiana, nacida en la etapa de la descomposición de la sociedad esclavista del imperio romano.
Con el advenimiento de la sociedad capitalista, el concepto salud-enfermedad sufre un profundo cambio, que obedece precisamente a un estadio superior y diferente de la sociedad. Esta nueva concepción sirve lo mismo que en las formaciones económicas sociales precedentes para legitimar el estado de cosas. Así como la caridad cristiana sirve para reforzar el modo de producción esclavista y los hospitales del feudalismo refuerzan el estado feudal, el nuevo concepto y su respuesta sirven para afianzar el estado capitalista.
Pero fue la magia, la hechicería, el poco desarrollo de la ciencia, el más allá, la incertidumbre acerca de este y la promesa de un eterno presente lo que alimentó el concepto salud-enfermedad en las etapas precapitalistas. El capitalismo da nacimiento a la llamada medicina científica y, por lo tanto, la legitimación de la sociedad capitalista no se apoya en este campo, en la brujería o en la magia sino en la Ciencia, así, con mayúscula. Y es precisamente con ese rimbombante título como escuda su carácter de clase en cuanto a su conceptualización, por un lado, y su práctica, por el otro.
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