Escribe tu propia narración: crea los personajes, el espacio, el tiempo. Ilustra tu historia.¡¡¡ es para hoy por favor
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En una noche oscura y lluviosa estaba en la casa de mis abuelos leyendo un libro junto con mis hermanos menores Samuel y Luis.
Como ellos son muy pequeños siempre querían que leyera su libro favorito llamado "Debajo del Mar" les encantaba porque se trataba de un libro donde dos hermanas se adentraban en lo mas profundo del mar para buscar un amuleto encantado que le pertenecía a su familia.
Justo estábamos leyendo el libro a ya casi a las 12 de la noche yo tenia mucho sueño pero ellos incluso a esa hora eran muy activos y casi nunca les daba sueño así que para poder dormirlos debía leer el cuento hasta el final...
de repente sin darme cuenta la lluvia se había detenido... como si el tiempo se hubiese parado, me pareció muy extraño porque todo se había parado menos el reloj que estaba en la sala que seguía funcionando normalmente.
Una luz proveniente del libro empezó a brillar pasando todas las páginas que habíamos leído hasta el principio del Libro, llegado a este punto empecé a sentir miedo al igual que mis hermanitos y finalmente el libro con un gran destello nos consumió.
Todo estaba borroso... Al parecer habíamos aparecido en una playa, cuando por fin empecé a recuperar el conocimiento... ¡Increíble! Era la misma playa donde las hermanas del libro se adentraban en lo profundo del océano... ¡allí me di cuenta que el libro nos había consumido y que probablemente quería que completáramos la historia que se narraba en el cuento!.
Mis hermanos al escuchar esto al instante dejaron de tener miedo, es mas, estaban emocionados por poder completar ellos mismos la historia de su libro favorito, simplemente debíamos hacer exactamente lo mismo cuando se narraba la historia, ¡seria pan comido!
Bueno aquí hice una parte, espero que te haya dado una idea para que puedas complementar bien la historia, suerte :)!
Respuesta:
Había una vez una vieja casa construida junto a un frondoso bosque. Sus habitantes comían muchos caracoles, porque les encantaban. Pero llegó un día en el que se acabaron, y tuvieron que dejar de comerlos.
Lo que sí que había en el bosque eran muchos lampazos, las plantas que comían los caracoles. Y como no había caracoles para comerlas, estas plantas estaban invadiéndolo todo.
Pero no todos los caracoles se habían extinguido. Todavía quedaban dos caracoles blancos, la especie más noble de todos los caracoles. Eran muy viejos y habían permanecido bien escondidos, lejos de la casa en la que se comían a sus amigos, primos y hermanos.
Un día, los viejos caracoles blancos encontraron un pequeño caracol común perdido, y lo adoptaron con si fuera hijo suyo, porque ellos no tenían a nadie más y se hacían mayores. Pero el pequeño caracol no crecía. Al fin y al cabo, no era más que un simple caracol ordinario.
Un día, la mamá caracola creyó observar que su pequeño se desarrollaba, y le pidió a papá caracol que se fijara bien, a ver qué le parecía. El papá caracol confirmó que, efectivamente, el pequeñín empezaba a crecer.
Un día se puso a llover con fuerza.
-Escucha el rampataplán de la lluvia sobre los lampazos -dijo el viejo caracol.
-Fíjate en las gotas de lluvia -observó la madre caracola-. Mira cómo bajan por el tallo y lo mojan. Suerte que tenemos nuestra buena casa, y que el pequeño tiene también la suya. La naturaleza nos han tratado a nosotros, los caracoles, mejor que a los demás seres vivos, porque tenemos una casa desde que nacemos, y para nosotros plantaron un bosque de lampazos. Me gustaría saber hasta dónde se extiende.
-No hay nada fuera de aquí -respondió el padre caracol-. Mejor que esto no puede haber nada.
-Pues a mí me gustaría ver la casa vieja que hay más allá -dijo la vieja caracola-. Todos nuestros antepasados pasaron por allí, así que debe ser algo excepcional.
-Tal vez la casa esté destruida -dijo el caracol padre-, o quizás el bosque de lampazos la haya cubierto.
-No seas tan negativo-dijo la madre-. ¿No crees que si nos adentrásemos en el bosque de lampazos encontraríamos a alguno de nuestra especie? Nuestro pequeño necesitará una compañera.
-Seguramente habrá por allí caracoles negros -dijo el viejo caracol-, caracoles negros sin cáscara, que son ordinarios y orgullosos. Podríamos encargarlo a las hormigas, que siempre corren de un lado para otro, como si tuviesen mucho que hacer. Seguramente encontrarían una compañera para nuestro pequeño.
-Yo conozco a la más hermosa de todas -dijo una de las hormigas-, pero me temo que no haya nada que hacer, pues se trata de una reina.
-¿Y eso qué importa? -dijeron los viejos-. ¿Tiene una casa?
-Tiene un palacio -exclamó la hormiga-, un bellísimo palacio hormiguero.
-Muchas gracias -dijo la madre caracola-. Nuestro hijo no va a ir a un nido de hormigas. Si no tenéis otra cosa mejor, hablaremos con los mosquitos blancos, que vuelan a mucha mayor distancia, tanto si llueve como si hace sol, y conocen el bosque de lampazos por dentro y por fuera.
La familia feliz-¡Tenemos esposa para él! -exclamaron los mosquitos-. Allí cerca, en un zarzal, vive una caracolita con casa. Es muy pequeñita, pero tiene la edad suficiente para casarse. Está a cien pasos de hombre de aquí.
-Muy bien, pues que venga -dijeron los viejos-. Nuestro pequeño posee un bosque de lampazos, y ella, sólo un zarzal.
Y enviaron un recado a la señorita caracola, que necesitó ocho días para hacer el viaje. Y se celebró la boda. La pareja recibió como regalo la herencia de todo el bosque de lampazos.
Cuando acabó la fiesta, los viejos caracoles se metieron en sus casas y se quedaron dormidos para siempre. La joven pareja reinó en el bosque de lampazos. Tuvieron muchos hijos, a los que enseñaron prudencia para no ir más allá de sus dominios y así librarse de ser comidos por los habitantes de la casa.
Y allí vivieron felices para siempre, rodeados de todo lo que necesitaban para vivir.
DE NADA