Question

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Answer 1

Respuesta:

DE ANIMALES A DIOSES es una fas­ci­nante sín­te­sis his­tó­rica de los (como mínimo) 100.000 años de vida sobre la Tie­rra de las espe­cies de huma­nos que la han ido habi­tando. Hasta lle­gar a la evo­lu­ción del homo sapiens, su autor, Yuval Noah Harari, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad Hebrea de Jeru­sa­lén doc­to­rado en Oxford, nos habla de ante­ce­den­tes como el aus­tra­lo­pit­he­cus, el homo nean­dert­ha­len­sis, el homo erec­tus, el homo soloen­sis, el homo flo­re­sien­sis, el homo desinova, el homo rudol­fen­sis y el homo ergas­ter, todos ellos pre­cur­so­res del sapiens en el que nos identificamos.

1. Pero lo apa­sio­nante de esta His­to­ria de la Huma­ni­dad es que está con­tada sin pre­jui­cios ni sec­ta­rismo de nin­gún tipo. Una revi­sión cien­tí­fica y didác­tica con el pre­su­puesto de que todo evo­lu­cionó a par­tir de tres revo­lu­cio­nes glo­ba­les: la cog­ni­tiva, hace 70.000 años, la agrí­cola, hace 12.000, y la cien­tí­fica, hace cinco siglos. Harari aven­tura que la Huma­ni­dad camina hacia la inte­li­gen­cia arti­fi­cial, que nos con­ver­tirá en super­hu­ma­nos, o en otra espe­cie de homo. Pero lamenta que “segui­mos sin estar segu­ros de nues­tros obje­ti­vos y pare­ce­mos estar tan des­con­ten­tos como siem­pre… Somos más pode­ro­sos de lo que nunca fui­mos, pero tene­mos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor toda­vía, los huma­nos pare­cen ser más irres­pon­sa­bles que nunca. Dio­ses hechos a sí mis­mos, con solo las leyes de la física para acom­pa­ñar­nos, no hemos de dar expli­ca­cio­nes a nadie. En con­se­cuen­cia, cau­sa­mos estra­gos a nues­tros socios ani­ma­les y al eco­sis­tema que nos rodea, bus­cando poco más que nues­tra pro­pia como­di­dad y diver­sión, pero sin encon­trar nunca satis­fac­ción”. Y ter­mina su dia­triba con estas pala­bras: “¿Hay algo más peli­groso que unos dio­ses insa­tis­fe­chos e irres­pon­sa­bles que no saben lo que quie­ren?”. Un libro magis­tral y abso­lu­ta­mente reco­men­da­ble, como para qui­tar tela­ra­ñas men­ta­les acu­mu­la­das durante siglos.