Comparando el tamaño de aquella criatura con el diámetro de los grandes árboles junto a los
cuales pasaban los pocos gigantes de la foresta que habían escapado a la furia del corrimiento de
tierras-, deduje que era mucho mayor que cualquier barco de línea existente. Digo barco de línea
porque la forma del monstruo sugería esa idea: el casco de uno de nuestros setenta y cuatro
podría dar una idea muy aceptable de su contorno general. La boca del animal estaba situada en la
extremidad de una probóscide de sesenta o setenta pies de largo y aproximadamente tan gruesa
como el cuerpo de un elefante corriente. Cerca del nacimiento de esta trompa se veía una
inmensa cantidad de pelo negro e hirsuto -más del que hubiesen podido proporcionar las pieles de
veinte búfalos- y, proyectándose desde aquella pelambrera hacia abajo y lateralmente, surgían
dos brillantes colmillos. no muy distintos de los de un jabalí, pero de dimensiones infinitamente
mayores. Proyectadas hacia delante, paralelas a la probóscide, y a ambos lados de ella, había
sendas varas gigantescas de treinta o cuarenta pies de largura, constituidas al parecer de cristal
puro y formando dos prismas perfectos que reflejaban con magnífico fulgor los rayos del sol
poniente. El tronco estaba conformado como una cuña con el ápice hacia tierra. Desde él se
extendían dos pares de alas -cada una de cien yardas de largura aproximadamente-, un par encima
del otro y ambos densamente cubiertos de escamas metálicas de unos diez o doce pies de
diámetro cada una. Observé que las hileras superiores e inferiores de las alas estaban enlazadas
por una potente cadena. Pero la principal peculiaridad de aquella horrible criatura era la
representación de una calavera, que cubría casi toda la superficie de su pecho y que estaba
trazada en un blanco deslumbrante sobre el oscuro 'campo del cuerpo, como si hubiese sido
dibujado cuidadosamente por un artista. Mientras examinaba aquel animal terrorífico y más
especialmente el aspecto de su pecho con una sensación de horror y espanto, con un sentimiento
de desgracia próxima que no era capaz de reprimir con ningún esfuerzo de la razón, advertí que
los enormes maxilares del extremo de la trompa se ensanchaban de repente. De ellos brotó un
sonido tan fuerte y tan expresivo de dolor que sobrecogió mis nervios como un toque de difuntos
y, mientras el monstruo desaparecía al pie de la colina, caí al suelo desvanecido.
Informacion implicita e explicita
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yo estoy en la misma
Explicación:
agustinlopez30a:
F xd
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