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El lenguaje fotográfico
Una fotografía contiene numerosos significados, por eso es un fenómeno polisémico, y para desentrañarlos el primer paso es reconocer su propia gramática. Se trata de un vocabulario específico con una sintaxis específica. Además, cuenta con su propia forma de articular este lenguaje particular. Podríamos llamar estilo a la forma en la que cada fotógrafo utiliza este lenguaje visual. Es un buen comienzo tener un panorama general de algunos elementos que integran este idioma que es de utilidad tanto para el que se hace una fotografía como para quien la analiza.
Primero vale la pena hacer una gran división: Proponemos iniciar con siete grandes grupos o categorías. Desde luego son un punto de partida y pueden sumarse más grupos.. Atributos fotográficos
Se trata propiamente de aquellos elementos, a grandes rasgos, propios de la imagen en general y los atributos particulares que hacen que una imagen sea considerada una fotografía con una morfología, características, sintaxis y gramática propios. Son los atributos generales (iconográficos) a los particulares (fotográficos) donde podríamos incluir distancia, encuadre, luz, enfoque, tiempo, movimiento, etc. Estos atributos unitarios nos ayudan a determinar los componentes de la imagen que se lee. En cierta medida es como la lista de ingredientes en un platillo y son los elementos denotativos de la imagen. El cómo estén combinados tiene que ver con nuestro siguiente grupo: la composición.
2. Composición
Toda fotografía contiene elementos que están articulados, organizados de una manera específica, que tienen un cierto diseño y la composición. Entonces, es necesario incluir algunos elementos de valoración que permiten analizar una fotografía tal y cómo está realizada desde el punto de vista de organización de sus formas. Aquí encontraremos elementos tales como proporción, ritmo, etc.
3. Continente y contenido
En toda fotografía hay un continente (la foto misma) y un contenido (lo que está en la foto). El continente implica el formato: Si es un daguerrotipo, un ambrotipo o una imagen electrónica, con qué tipo de instrumento se realizó. Importa porque distintos equipos pueden tener eso que llama Vilém Flusser “Programa”, es decir las limitaciones o características propias del medio. [1] Por ejemplo, una cámara Rolleiflex réflex de doble objetivo de formato medio generará forzosamente un encuadre en proporción 1:1, es decir, totalmente cuadrado y eso forzará al fotógrafo a tomar ciertas decisiones específicas dada la peculiaridad de la proporción en el encuadre).
El contenido nos hace reflexionar sobre el motivo fotográfico, si incluye personas, cuál es su discurso y cómo se ha realizado la narrativa visual.
4. Estilo y género
Los géneros nos ayudan a entender un conjunto de cánones (reglas) con los que se lee una imagen. Así no es lo mismo leer un retrato urbano que una fotografía de calle, una fotografía hallada que una creada, etcétera. Comprender este conjunto de convenciones permite delimitar si se trata de una imagen canónica (es decir, que sigue las reglas del género al que pertenece o si las trastoca), que contradice preceptos o que aporta nuevos elementos a un género, como lo que ocurrió con Richard Avedon cuando agregó el movimiento a la estática fotografía de modas de la posguerra.
5. Autoría
No siempre se conoce al autor de una fotografía. Por ejemplo, ignoramos con frecuencia el nombre del creador visual en la mayor parte de la fotografía publicitaria. Sin embargo, se obtiene una valiosa información contextual al saber quién es el autor, si pertenece a una cierta escuela, con qué otras fotografías se relaciona, etc. En hermenéutica esto se traduce en saber qué se dice pero también quién lo ha dicho. Como dice Luis Enrique de Santiago Guervós “No se trata simplemente de comprender el sentido de un texto, sino sobre todo de captar cómo se ha producido ese texto, cuál es la génesis de su creación.” [2]
6. Intención
Ayuda comprender el propósito del autor. No hay que olvidar que para leer una fotografía hace falta eso que Fiedrich Schleiermacher llamaba “…el arte de comprender correctamente el discurso de otro.” [3] Esto puede llevarnos a tratar de desentrañar mejor el sentido de la obra, así como valorar cómo se disemina (distribuye) o cómo es recibida. Ahora bien, no hay que olvidar que también puede ocurrir que el fotógrafo tenga una cierta intención, pero el observador interprete la imagen de manera diferente a la que el autor buscaba. Tampoco es prudente caer en el intencionalismo. Al respecto se puede revisar nuestro artículo titulado Sobre la intención del fotógrafo.
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