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En una alta y fría montaña nació un arroyito puro y cristalino, quien como todo niño, era travieso y saltarín. Así con juegos, saltos y escondidas de la montaña fue bajando. El tiempo trancurría; él iba creciendo, se fue convirtiendo en una quebrada de agua clara que por donde pasaba refrescaba el ambiente y embellecía el paisaje. Los niños de la región se recreaban bañándose y nadando en los pozos y echando a flotar sus barquitos
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