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Hanoch Piven y sus retratos
Alejandra Quiroz Hernández – 22 de febrero de 2017
Hanoch Piven, artista israelí de origen uruguayo, ha trascendido por su peculiar estilo de ilustración. Reconoce que no sabe dibujar pero lo dice en el sentido convencional del concepto: no traza líneas sobre un papel. Casi por casualidad, Piven advirtió que podía dibujar con objetos.
Autorretrato de Hanoch Piven.
Hanoch se formó en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York. Su mayor interés era realizar caricaturas. Al notar que sus dibujos no producían el efecto que deseaba, tuvo que elegir entre dejarse vencer o encontrar su propio camino. Entre risas, propone el reto de encontrar caras en lo que nos rodea: esto se define como pareidolia, la habilidad mental de percibir figuras familiares en superficies diversas. Un rasgo común de este fenómeno es detectar rostros en paredes y objetos, así como identificar formas en las nubes.
Descubrir que no siempre hay caminos directos para llegar a donde se quiere, fue el gran aprendizaje de Hanoch. Tras desistir de dibujar de la forma habitual, Hanoch pudo explorar otras maneras de hacerlo. Su encuentro con un póster promocional de la película El gran dictador de Charles Chaplin provocó que advirtiera otra forma de impactar con las imágenes. Fue así como poco a poco descubrió que era posible relacionar objetos para crear una composición que fuera contundente.
Saddam Hussein (Piven, 1990)
Todo comenzó con un retrato de Saddam Hussein, ese explosivo gobernante iraquí. Había intentado darle vida con un lápiz, sin embargo, no lo convencía. En la búsqueda de inspiración, unos fósforos capturaron su atención. Entones pensó: ¿qué pasaría si utilizara estos fósforos? Los incorporó al retrato como bigote de Hussein. Fue así como Piven advirtió que los objetos contaban historias.
Es habitual que en la caricatura se exageren o destaquen elementos significativos de quienes retratan para causar gracia o representar un defecto. Hanoch Piven se interesa en la biografía de quien ha de caricaturizar y elabora los retratos con objetos que organiza en un mismo plano para dar cuenta de una vida o al menos de una parte de ella. Tomemos por ejemplo el retrato de Abraham Lincoln. Su barba está elaborada con cadenas, símbolo de la esclavitud que abolió en 1863, acción por la que se reconoce en la historia universal.
Destacar lo icónico es un modo de alfabetizar de manera histórica y estética. Además, poder leer imágenes habilita la abstracción y la asociación conceptual. Piven provoca esas lecturas a través de sus retratos aunque a veces se trata de una lectura secundaria que implica contexto. Aún así cualquier espectador es capaz de asociar los elementos dispuestos. Por ejemplo, utilizó un brassier para dibujar los ojos de Madonna; la nariz de Barbara Streisand fue resaltada con un micrófono en medio del rostro; un bote de basura hace de boca de Homero Simpson; la barba de Moisés fue elaborada con pedazos de matzá. Sus ilustraciones comunican un mensaje porque los referentes son explícitos y bien comprendidos por el receptor. Estos retratos han aparecido en diversos medios impresos, entre ellos: Haaretz, Rolling Stone, Time y Newseek, entre otros.
Abraham Lincoln en What Presidents Are Made Of (Scholastic, 2012)
Tras su propia búsqueda como artista e ilustrador, Hanoch comprende la creatividad como la capacidad de tomar caminos nuevos. Era imposible quedarse él solo con ese aprendizaje así que se propuso compartirlo. Hanoch es director creativo de Aulas Creativas, proyecto interdisciplinario con sede en Barcelona, España, que busca desarrollar el potencial creativo de los docentes. Ofrece charlas y talleres en los que propone estrategias para hacer de las aulas lugares de exploración que desarrollen la creatividad de cada individuo. Esta actividad le ha permitido viajar por el mundo para desafiar creencias en torno a la educación y la creatividad.
En su faceta de artista, Hanoch elaboró un mural colectivo en el museo Beth Hatefutsot en Tel Aviv, Israel. El mural está compuesto de un tríptico: en el extremo izquierdo aparece un niño volando por los aires a punto de ser recibido por los brazos de su padre; el rostro de Theodor Herzl y David Ben Gurion aparecen en la pieza central y la figura de Abraham ocupa el extremo derecho. Para este proyecto, empleó 2916 piezas de mosaicos que contenían la imagen de retratos elaborados por el mismo número de familias que visitaron el museo.
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