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La contaminación del aire siempre está presente. La mayor parte de la población mundial vive en zonas con altos niveles de contaminación atmosférica, lo que daña su salud y bienestar, reduce su calidad de vida y puede repercutir negativamente en la economía. Además, las personas y comunidades más vulnerables sufren sus efectos de manera desproporcionada.
La contaminación del aire representa el mayor riesgo ambiental para la salud pública mundial. Las personas de todo el mundo se hallan expuestas a este tipo de polución en su lugar de trabajo, cuando viajan y en sus propios hogares. Se estima que la exposición a la contaminación atmosférica por material particulado fino en el hogar y en espacios abiertos (exteriores) causa unos 7 millones de muertes prematuras al año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS); además, es responsable de una gran cantidad de casos de discapacidad entre las personas que sufren estas enfermedades.
Éste es un problema con solución y las naciones más ricas han mejorado de forma significativa la calidad de su aire en los últimos decenios. Sin embargo, en la actualidad, este tipo de contaminación está afectando de manera desproporcionada a la población de países de ingreso bajo y mediano.
En numerosos países en desarrollo, la dependencia de la madera y otros combustibles sólidos —como el uso de carbón sin procesar para la cocina y la calefacción, y de queroseno en la iluminación— aumenta la contaminación dentro de los hogares y perjudica la salud de las personas que se encuentran expuestas. Se estima que más de 2.700 millones de personas dependen de este tipo de combustibles. En mayor parte, los efectos se observan en zonas de Asia y África Subsahariana, donde la quema de biomasa para cocinar es una práctica muy común.
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