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aragonés de alta fama. Vengan con todas sus huestes y sus victoriosas armas, que de escabel74
servirán a las invencibles plantas del gran Mahomat que es terror de vuestra vencida patria. Si
Don Jaime sus victorias numera por sus batallas, según ufano nos dices, puede que sea llegada
la hora en que ha de empezar sólo a enumerar desgracias. Van a fenecer sus dichas y una terrible
mudanza conocerá cuanto antes, que ese orgullo, esa arrogancia, esa insufrible altivez, esa
molesta y pesada vanagloria, Al-Azraq es el que tiene que ajarla. Si nosotros le buscamos, ¡tú
con él nos amenazas! Nuestro gran gusto sería que ahora mismo se avistara por la cumbre de
esos montes y a estos valles bajara a vindicar, como dices, vuestra vejación e infamia, para que
vieses, cristiano, su altivez pronto humillada. No arguyas sobre el derecho de posesión de tu
patria; es quimérica disputa e invención sólo soñada. Si vosotros despreciasteis las ofertas tan
honradas con que se os brindó, id ahora a llorar vuestra desgracia a otro sitio, que en Alcoy no
hay cabida, no hay entrada. Si con armas pretendéis desalojarnos, ¡qué infaustas desgracias se
os esperan y sin remedio os aguardan! Cristiano, piénsalo bien, di a tu gente que se vaya, que
busque amparo y retiro en las cuevas o montañas; que viva en paz algún tiempo si es que la
vida le agrada; mas si acaso, aborrecido, la muerte gustosa abraza, di que venga, que en el sable
mahometano ha de hallarla