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UNA MUERTE, DOS ASESINOS
Don Eugenio seguía en la estación, con sus valijas esperando que llegue el tren. Sus pertenencias se las enviarían en diligencias ¿Porqué tardaban tanto en llegar? Seguro que por trámites lentos de la aduana.
En Brasil, se alejaría de los peces gordos que intentaban robarle su gran fortuna, La estación de Montevideo era imponente esa tarde de 1879. Desde Concordia, seguramente tardarían en llegar sus diligencias. Sentía algo punzante en el pecho, probablemente el dolor que le causaba alejarse de toda su familia y sus seres queridos.
Martín Bolatti fue informado por una paloma mensajera que las pertenencias y las diligencias de Don Eugenio ya habían sido asaltadas. Esa era la señal, ya podía encargarse del viejo. Bolatti cruzó las vías del tren y se escondió detrás de la estación.
El detective holandés René Arjeen ya había llegado desde Ámsterdam para ir en ayuda de su amigo Eugenio. Sabía que el bandido Martín Bolatti intentaría matarlo, ya que estaba pagado por algunos empresarios que querían quedarse con la fortuna de su viejo amigo. La estación estaba llena, no podía ver a Don Eugenio por ninguna parte, y mucho menos a Bolatti.
Don Eugenio vio a su amigo holandés Arjeen a lo lejos, ¿Qué estaría haciendo aquí un detective? Comenzó a gritar su nombre para llamarle la atención, pero la multitud lo arrastró hacia adentro cuando las puertas del tren se abrieron.
El comerciante Estanislao Domínguez creyó que le iba a ir bien en su nueva tienda que abriría en San Pablo. Si tan solo tuviera un poco más de dinero. De repente, vio a Eugenio...
Bolatti entró en otro vagón, el detective Arjeen era un problema, pues había subido en el vagón de su objetivo. Eugenio subió por un vagón, pero luego se trasladó a otro que estaba más vacío. Eso facilitaba la tarea de Martín Bolatti. Un hombre con bigote subió por el furgón de cola. Bolatti se aproximó al vagón de Eugenio.
Arjeen divisó a Bolatti dentro de un vagón, dirigiéndose hacia donde estaba Eugenio. El detective lo siguió. Cuando el delincuente entró en el vagón, pasaron tres segundos antes de que se escuchara un tiro proveniente de allí, y la multitud gritó enloquecida. Cuando el investigador entró a dicho lugar, Eugenio yacía en el suelo, y había un hombre junto a Bolatti. Los dos estaban armados con pistolas, y Bolatti apuntaba a la cabeza del otro hombre. El bandido apuntó al detective, pero este último fue más rápido, y perforó el pecho de su contrincante de un tiro. El otro hombre se arrojó fuera del vagón luego de haber vaciado los bolsillos del muerto, pero fue aplastado por el tren en la barriga. Arjeen también se arrojó fuera, pero con más precaución. El ladrón yacía en el suelo, muerto Cuando apuntó en la cabeza del desconocido, lo reconoció en el instante.
- ¿Así que estoy hablando con el asesino? -preguntó Arjeen. El hombre era el comerciante Estanislao Domínguez-.
- Necesitaba ese dinero, -dijo el bigotudo a duras penas- pero de todas maneras, esta muerte no va a hacer justicia porque... ehhh... -y en ese instante, dejó de respirar-.
Ese había sido el último testimonio de Estanislao Domínguez, pero si Bolatti apuntaba al comerciante, era porque el arma estaba cargada, y una pistola tarda en cargar. Si bolatti fue el que lo mató, seguramente su arma estaba vacía, y era difícil apuntar a alguien con un arma vacía. Lo último que dijo Domínguez sería contradictorio a toda la observación de la pistola y la bala que tardaría en cargar, y ya en su lecho de muerte, los hombres no tendrían necesidad de mentir, al menos que esta costumbre la lleven en las venas y aún así seguiría siendo engañoso. No obstante, las dudas son muchas, el crimen tardaría bastante en resolverse.
Don Eugenio seguía en la estación, con sus valijas esperando que llegue el tren. Sus pertenencias se las enviarían en diligencias ¿Porqué tardaban tanto en llegar? Seguro que por trámites lentos de la aduana.
En Brasil, se alejaría de los peces gordos que intentaban robarle su gran fortuna, La estación de Montevideo era imponente esa tarde de 1879. Desde Concordia, seguramente tardarían en llegar sus diligencias. Sentía algo punzante en el pecho, probablemente el dolor que le causaba alejarse de toda su familia y sus seres queridos.
Martín Bolatti fue informado por una paloma mensajera que las pertenencias y las diligencias de Don Eugenio ya habían sido asaltadas. Esa era la señal, ya podía encargarse del viejo. Bolatti cruzó las vías del tren y se escondió detrás de la estación.
El detective holandés René Arjeen ya había llegado desde Ámsterdam para ir en ayuda de su amigo Eugenio. Sabía que el bandido Martín Bolatti intentaría matarlo, ya que estaba pagado por algunos empresarios que querían quedarse con la fortuna de su viejo amigo. La estación estaba llena, no podía ver a Don Eugenio por ninguna parte, y mucho menos a Bolatti.
Don Eugenio vio a su amigo holandés Arjeen a lo lejos, ¿Qué estaría haciendo aquí un detective? Comenzó a gritar su nombre para llamarle la atención, pero la multitud lo arrastró hacia adentro cuando las puertas del tren se abrieron.
El comerciante Estanislao Domínguez creyó que le iba a ir bien en su nueva tienda que abriría en San Pablo. Si tan solo tuviera un poco más de dinero. De repente, vio a Eugenio...
Bolatti entró en otro vagón, el detective Arjeen era un problema, pues había subido en el vagón de su objetivo. Eugenio subió por un vagón, pero luego se trasladó a otro que estaba más vacío. Eso facilitaba la tarea de Martín Bolatti. Un hombre con bigote subió por el furgón de cola. Bolatti se aproximó al vagón de Eugenio.
Arjeen divisó a Bolatti dentro de un vagón, dirigiéndose hacia donde estaba Eugenio. El detective lo siguió. Cuando el delincuente entró en el vagón, pasaron tres segundos antes de que se escuchara un tiro proveniente de allí, y la multitud gritó enloquecida. Cuando el investigador entró a dicho lugar, Eugenio yacía en el suelo, y había un hombre junto a Bolatti. Los dos estaban armados con pistolas, y Bolatti apuntaba a la cabeza del otro hombre. El bandido apuntó al detective, pero este último fue más rápido, y perforó el pecho de su contrincante de un tiro. El otro hombre se arrojó fuera del vagón luego de haber vaciado los bolsillos del muerto, pero fue aplastado por el tren en la barriga. Arjeen también se arrojó fuera, pero con más precaución. El ladrón yacía en el suelo, muerto Cuando apuntó en la cabeza del desconocido, lo reconoció en el instante.
- ¿Así que estoy hablando con el asesino? -preguntó Arjeen. El hombre era el comerciante Estanislao Domínguez-.
- Necesitaba ese dinero, -dijo el bigotudo a duras penas- pero de todas maneras, esta muerte no va a hacer justicia porque... ehhh... -y en ese instante, dejó de respirar-.
Ese había sido el último testimonio de Estanislao Domínguez, pero si Bolatti apuntaba al comerciante, era porque el arma estaba cargada, y una pistola tarda en cargar. Si bolatti fue el que lo mató, seguramente su arma estaba vacía, y era difícil apuntar a alguien con un arma vacía. Lo último que dijo Domínguez sería contradictorio a toda la observación de la pistola y la bala que tardaría en cargar, y ya en su lecho de muerte, los hombres no tendrían necesidad de mentir, al menos que esta costumbre la lleven en las venas y aún así seguiría siendo engañoso. No obstante, las dudas son muchas, el crimen tardaría bastante en resolverse.
gutierrez2002:
gracias♥
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