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Cada año la capital del Atlántico se convierte en el escenario de encuentro de expresiones folclóricas, dancísticas y musicales que dan rienda suelta a la alegría de propios y visitantes.
El Carnaval de Barranquilla, la fiesta folclórica y cultural más importante de Colombia, reúne expresiones emblemáticas de la memoria e identidad del pueblo barranquillero, del Caribe colombiano y del Río Grande de La Magdalena.
Su mezcla culturas que sustentan lo que somos como nación, su capacidad de movilización social que supera todo tipo de diferencias y su poder de convocatoria está en el corazón de la gente que hacen de la diversidad un motivo de fiesta y de celebración que alienta el arte popular y mantiene vivo nuestro pasado.
Origen
Tiene su origen remoto en el Carnaval que vino a América desde España. De ahí viene su espíritu de renovación y cambio parecido al que animó estas fiestas en Europa.
El primer Carnaval celebrado en la ciudad se pierde en la historia hace más de un siglo, cuando Barranquilla era una pequeña población.
Sin embargo, han circulado diversas historias referentes a la manera como el pueblo barranquillero festejaba el Carnaval; su forma siempre ingenua, graciosa, festiva y ante todo sana, han permitido que se conserve una tradición que se remonta a hace tres siglos.
Las fiestas de Carnaval, de origen europeo, fueron introducidas a América por los españoles y portugueses
Las de Barranquilla tienen antecedentes próximos en la celebración que se efectuaba en Cartagena de Indias, en época de la Colonia, como fiesta de esclavos; por esas fechas aparecían por las calles los negros con instrumentos típicos y atuendos especiales, danzando y cantando.
La tradicional novena de La Candelaria, en Cartagena de Indias, sirvió de marco a suntuosos bailes que en el Siglo XVIII concedían un día de fiesta a los negros bozales traídos de África. Esas fiestas constituyen fuente de las principales danzas del Carnaval de Barranquilla.
Declaratoria del Carnaval de Barranquilla
La declaratoria del Carnaval de Barranquilla como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por parte de Unesco en 2003 marcó un hito en la percepción de los habitantes de la ciudad en relación con las fiestas, pues antes de esta declaratoria existía una practica social de huir de la ciudad en tiempo de Carnaval debido a que la valoración que se hacía de la fiesta estaba asociada al desorden y al caos.
Hoy, años después de esta declaratoria, el número de ciudadanos que insiste en esta práctica es muy reducido, pues la valoración que sobre las fiestas se hace después de ser declarado patrimonio de la humanidad es otra.
Este es un aspecto importante pues como reza el slogan carnavalero: ¡Quien lo vive es quien lo goza! Este mandato festivo se ha convertido en una expresión de identidad ciudadana que cada día cobra mas fuerza.
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