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Respuesta:
El perfeccionamiento humano ha sido una constante desde la aparición
de los primeros Homo Sapiens, y gracias al desarrollo de las civilizaciones
humanas y de la techné ha sido posible materializar una mejora cualitativa y
cuantitativa de nuestras habilidades naturales, y de nuestra calidad de vida. El
humanismo renacentista, el movimiento ilustrado y la revolución industrial nos
han llevado al culmen de la evolución humana, tanto a nivel biológico como a
nivel social y cultural. Sin embargo, esta forma de perfeccionamiento humano
«ambiental» o «natural» ha dado paso a un tipo de mejora artificial fundamentada en la aplicación de derivados químico-farmacológicos y artefactos
tecnológicos (revolución de las tecnologías biomédicas) que promete llevar a
cabo una mejora humana radical (la consecución de un nuevo Prometeo) a lo
largo de este siglo. En este prometedor y, al mismo tiempo, inquietante escenario
anticipado por las denominadas utopías transhumanistas, el sector científico
y filosófico de pensamiento más conservador –habitualmente conocido como
bioconservacionismo– acude a las nociones de «identidad humana» y «dignidad
humana» para rechazar cualquier tipo de intervención artificial –especialmente
biotecnológica– cuyo fin no sea exclusivamente terapéutico (detección y eliminación de patologías). En este artículo se analizarán las nociones de identidad
y dignidad humanas, y su significado en el debate bioético contemporáneo en
torno a la legitimidad de la aplicación de biotecnología sobre el ser humano; las
consecuencias de una mejora humana de carácter no-terapéutico para ellas; y
la validez de su uso con el objetivo de rechazar un perfeccionamiento artificial
de naturaleza perfeccionadora, es decir, la mejora o extensión de características
no relacionadas directamente con la cura de enfermedades como la potencia
física, la inteligencia y la capacidad moral.
suerte...
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