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Explicación:
Im sorry nesesito los puntos
Respuesta:
¿Cómo pueden los seres inteligentes tratar de dominar unas cuantas especies molestas por un método que contamine todo lo que les rodea y les traiga la amenaza de un mal e incluso la muerte de su propia especie? Y sin embargo, esto es precisamente lo que hemos hecho». Con estas palabras denuncia el problema de los pesticidas la bióloga Rachel Carson (1907-1964), un clásico de la ciencia y uno de los motores fundamentales que impulsó el movimiento ecologista, presente en nuestros días.
Todo comienza con un cuento (o una pesadilla) que pretende ser hipotético pero termina convirtiéndose en realidad. Lo que en un principio parece una exageración se hace palpable, respaldado por incontables sucesos en tierra mar y aire, tantos que en ocasiones falta el aliento para continuar leyendo y debe hacerse una pausa en la lectura. La autora, tal vez consciente de esta saturación, adopta una estrategia inteligente y es la de aparcar las referencias bibliográficas al final del libro. Sin menciones que corten las frases para hacer más fluida la lectura. Y no es su único recurso, pues mezcla la estructura típica de un ensayo con la narrativa, más propia de novelas, ayudando así al lector a entrar en situación.
Una situación sin duda estremecedora pues los pesticidas, o «biocidas» como los llama, matan insectos pero también a sus enemigos; se expanden por el medio vivo e inerte, de la montaña más alta a la inaccesible agua subterránea, traspasando generaciones, tejidos, células y toda la cadena alimenticia con efecto acumulativo; y sin embargo, en palabras de la autora, «podemos encontrarlos en los supermercados frente a las aceitunas». La ironía se retuerce al pensar en el objetivo principal. ¿Qué ocurre con los insectos? Que pueden llegar a adaptarse adquiriendo resistencia frente al insecticida, necesitando uno más potente e igualmente temporal mientras el medio ambiente sucumbe porque nosotros podamos comer patatas sin bichos. ¿Acaso son preferibles los pesticidas como condimento?
Es con los ejemplos sociales con los que Rachel Carson clava una estaca en el ego del ser humano y se disparan todas las alarmas. Seguramente el motivo por el que muchos de los que leyeron este libro entonces abrieron los ojos y se pusieron manos a la obra, convenciendo incluso al Departamento de Agricultura para prohibir los DDT en Estados Unidos.
La autora es consciente de los límites que presenta la investigación de la época. Sabe que todavía hay mucho que escarbar y es ahora, casi sesenta años en el futuro, cuando podemos afirmar que estaba en lo cierto hasta tal punto que, aun siendo un clásico, Primavera silenciosa se puede adaptar a nuestros días. Porque los nombres de los pesticidas habrán cambiado (y no en todos los países) pero la problemática es la misma más de medio siglo después. Por ello los profesores verán en este libro un recurso preciado para sus clases como fuente de inspiración de ejemplos que expliquen una asignatura tan compleja como es la ecología.
Pero no todo es drama, en el capítulo final se describen las primeras pinceladas de posibles soluciones, como la esterilización selectiva de los machos o el empleo de insecticidas microbianos utilizando patógenos específicos, que desde entonces y junto a otros métodos se han ido desarrollando con éxito hasta nuestros días. Quizás no a la velocidad que requiere la tierra y no tan baratos como aquellos menos específicos que todavía se comercializan, pues requieren de mucha investigación, esa que no se realizó, o al menos no tan exhaustivamente, entonces.
Llegados a este punto se abre el debate de siempre: ¿la tierra o el bolsillo inmediato? O como se le plantearía a un niño: ¿quieres un premio ahora o diez mañana? La respuesta parece clara para mentes que razonan. Ojalá no fuésemos tan ansiosos.