• Asignatura: Historia
  • Autor: nahuel6163
  • hace 3 años

que adjetivos le pondrias al accionar de la "parda" en las luchas por la independencia?​

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Respuesta dada por: anaisaraujo20
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El 16 de marzo de 1670 el virrey Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1668-1673), ordenó que en los templos de Lima se distribuyeran volantes para solicitar que todos los católicos devotos del reino se unieran a él y a su mujer con velas encendidas, en una solemne procesión que se llevaría a cabo tres días más tarde. Su proclama decía así:

1 Buendía 1693, 215.

Para que todos tengan noticias del fin desta obra, y Casa de Amparadas de la Puríssima, es de advertir, que se dedica para mugeres moças, que por la misericordia de Dios han llegado à conocer el riesgo de su fragilidad, y queriendo apartarse de toda ocasión, se acogen voluntariamente al amparo de la Puríssima Reyna de los Angeles, Madre de Dios, y Señora especialíssima desta Casa.1

2 La Casa de las Amparadas de la Purísima Concepción también era conocida como la Casa de las Ampara (...)

2El cortejo debía salir desde la capilla del palacio virreinal hasta su destino final: la ceremonia de consagración de la nueva Casa de las Amparadas de la Purísima Concepción.2

3 García y Sanz 1863, 111. Del Castillo y el conde de Lemos mantuvieron una relación especialmente e (...)

4 Buendía 1693, 211.

5 AGI, Lima 414, Arzobispo al Fiscal, 28/I/1735; Mendiburu 1874-1890, II, 320. Unas tierras por el v (...)

6 Mugaburu y Mugaburu 1935, 124.

7 García y Sanz 1863, 114.

8 Buendía 1693, 218.

3Al fundar esta institución, Lemos y su confesor, el jesuita Francisco del Castillo (1615-1673), intentaban reformar a las mujeres cogidas «entre las redes del Mundo, del Demonio y de la Carne».3 En 1668, Del Castillo había convencido al virrey de la necesidad de contar con un asilo como este, afirmando que las mujeres que estaban en peligro de perder su virtud le rogaban continuamente que las guiara, y se habían ofrecido como las primeras recogidas arrepentidas de la nueva institución.4 Después de ubicar un solar y reunir donaciones, la construcción de la casa y la capilla se completó finalmente en 1670.5 Durante tres días de marzo, la población de la ciudad vio al virrey, a su esposa, a los miembros de los tribunales, a la nobleza y a la milicia seguir una imagen de la Inmaculada Concepción del palacio virreinal a la Casa de las Amparadas.6 Sin embargo, el atento público también notó la embarazosa ausencia del elemento más importante: ni una sola mujer se había ofrecido a marchar públicamente a la reclusión institucional. Al parecer, las que estaban dispuestas a arrepentirse de sus extravíos consideraban que semejante exhibición pública era como «un eterno padrón de infamia para ellas», y a pesar de los insistentes ruegos del padre Del Castillo, la Casa de las Amparadas estuvo vacía durante casi dos meses.7 Según José Buendía (1644-1727), un observador contemporáneo, las «vozes de la ciudad corrían muy vivas» y «mordían en la intención del Venerable Padre, y del Excelentísimo Príncipe, burlando el orgullo de su zelo». Algunos sostenían que la casa debía ser dedicada a alguna otra empresa más útil.8

9 Buendía 1693, 219.

10 Buendía 1693. Se conocen los nombres de tres de las nueve mujeres: Inés María de Jesús, de 43 años (...)

11 Buendía 1693, 220-221; Mugaburu y Mugaburu 1935, 126; Procesión antecedente al día, que se colocó (...)

4Finalmente, «el Señor dispensó la luz», y con los consejos espirituales del padre Del Castillo, una serie de «almas heridas» llegaron «arrojandose llorosas» y «se declararon pretendientes de tan santo retiro».9 Con una sólida resolución, nueve mujeres verdaderamente arrepentidas, «atropellando con resolución varonil los horrores mal fundados del vulgo, y poniendo entre los pies al desprecio, las estimaciones de el Mundo», hicieron preparativos para ingresar a la Casa de Amparadas mientras que el coro de la catedral cantaba «te Deum Laudamus».10 Buendía calificó la segunda inauguración de «triunfo contra las vozes de la envidia y ardor del mal afecto», y la procesión volvió a partir del palacio virreinal. una panoplia de íconos religiosos encabezaba la marcha, comenzando con una imagen de la Inmaculada Concepción a la que seguían otras de San Ignacio, considerado por el virrey como el Padre de Recogimientos; San Francisco de Borja —que representaba la continua dedicación de los jesuitas a la institución—; la Virgen María rodeada por seis ángeles y el Niño Dios. Luego venían importantes autoridades seculares y eclesiásticas. una imagen de la santa patrona de Lima, la recientemente beatificada Isabel Flores de oliva o Santa Rosa, ocupaba el centro. Según Buendía, pocas procesiones quedaron tan vívidamente grabadas en la memoria de la población limeña.11

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