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El mundo experimenta la alegría y la felicidad en proporción directa a sus circunstancias. Las circunstancias malas producen depresión y dolor, mientras que las buenas circunstancias producen alegría y paz. Eso es esclavitud, y no tiene por qué ser el caso de un Cristiano. Nuestro gozo no depende de las cosas, sino más bien en la persona de Jesucristo. Él es nuestra paz y alegría.
La forma de tomar ventaja de este gozo y paz en medio de la tribulación, es tener nuestras mentes y nuestros corazones en las cosas de arriba, no en las cosas de esta tierra. Las cosas invisibles de Dios son eternas, mientras que los problemas visibles en la tierra son sólo temporales. Todos los problemas de esta vida son muy tenues cuando los comparamos con la gloria de Dios que es nuestra por medio de Jesús.
Podemos regocijarnos en el Señor siempre (Filipenses 4:4), porque regocijo es una acción, no una reacción a nuestras circunstancias. La alegría es un don de Dios que se nos ha dado en la salvación. Fue colocado dentro de nuestro espíritu nacido de nuevo y que no fluctúa ni disminuye; es constante.
Se nos manda a regocijarnos "en el Señor." Muchas personas no están experimentando la verdadera alegría, porque su alegría depende de sus circunstancias. Es decir, ellos están esperando para disfrutar cuando las cosas en sus vidas van bien, y eso no sucede muy a menudo. Nosotros estamos para "regocijarnos en el Señor siempre," no por nuestras circunstancias pero por lo que sabemos que tenemos en Él, por lo que ha hecho por nosotros, porque Él nunca cambia (Hebreos 13:8) y Su misericordia y compasión son nuevas cada mañana (Lamentaciones 3:22-23).
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