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Respuesta:
Existe un lugar donde el mar es más azul y cristalino que en ninguna otra parte del mundo.
En sus aguas cálidas y transparentes los peces parecen jugar entre las olas que llegan mansas hasta la playa, saltan sobre la espuma blanca y regresan a las aguas más profundas, el sol es tibio y la brisa acaricia en este mundo de maravilla.
Un mañana, recostado sobre una piedra a pocos metros de la costa, un lobo marino observaba la escena, complacido ante el bello espectáculo de la vida.
Este lobo era un animal sobresaliente, su pelaje y sus ojos brillaban de una manera especial, y la verdad es que él era especial, todos los habitantes del lugar sabían que tenía poderes mágicos y una profunda sabiduría.
Un delfín que pasaba los días saltando y nadando, cansado de hacer siempre lo mismo, decidió pedirle al lobo marino que lo convirtiera en albatros, porque soñaba con volar, con observar todo desde el aire, con adentrarse en la tierra, quería verlo todo.
El lobo lo escuchó y le dijo:
-Podría ser posible, pero tenés que encontrar un albatros que quiera convertirse en delfín. Preguntando aquí y allá el delfín se enteró de que en el puerto vivía un albatros que siempre se paraba en la punta del muelle y suspiraba diciendo:
-¡Qué lindo sería poder sumergirse en las profundidades, conocer otro mundo, otro seres, cómo me gustaría poder nadar!
Así que ambos se presentaron ante el lobo marino, que en toque de magia, les dio lo que ambos anhelaban.
Al principio todo fue fantástico; el albatros se hundía velozmente en las profundidades del mar y luego saltaba haciendo piruetas, nadaba boca arriba, boca abajo, de costado y hacía sonar su risa característica; el delfín lo miraba desde el aire, volando y planeando, se adentraba en la tierra, sobrevolaba los árboles y los campos y luego regresaba a la costa.
Pero pronto comenzaron los problemas, el albatros no podía comer, no sabía como atrapar a los peces mas chicos porque eran muy veloces y además fue atacado por otros, más grandes, oscuros y de filosos dientes; muy asustado, nadó lo más rápido que pudo hasta donde estaba al lobo para pedirle que lo convirtiera otra vez en ave, pero esto no sería posible si el delfín no estaba de acuerdo.
El delfín, que no sabía nada de las desventuras del albatros, seguía volando muy feliz, hasta que también sintió apetito y se dio cuenta de que no sabía cómo obtener comida; desesperado y hambriento llegó hasta donde estaban esperándolo y suplicó volver a su vida anterior.
Entonces el lobo, mirándolos fijamente, les dijo:
-Ustedes fueron creados para cumplir una misión en este mundo, como todos, pero no les alcanzó lo que habían recibido y pidieron más. Yo también quisiera ser bello y admirado como el delfín o tener el plumaje del albatros y volar, pero nada de eso tengo, no vuelo, no puedo caminar, me arrastro en la tierra y cuando entro al mar corro peligro ante las orcas y los tiburones, pero sé que soy parte de la vida en este planeta y eso me hace sentir único e importante, sé que soy necesario y jamás cambiaré.
Dicho esto, tocó con su hocico a los arrepentidos, que volvieron a ser como antes y por decisión propia lo serán para siempre: ahora saben que, como cada ser sobre la tierra, son únicos, importantes y necesarios.
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