Cuentan que hace muchos años
Cuentan que hace muchos años, en un pueblo, vaya a saber dónde, vivía José, un artesano muy humilde, pero por todos reconocido por su sabiduría y por ser muy creyente.
Un día, el pueblo se levantó alborotado, todos corrían, murmuraban, acusaban y esperaban temerosos.
Un hombre, joven y deportista, había sido degollado.
Todos comentaban y con miedo señalaban, a la misma persona, a Marcos, el hombre más rico y poderoso del pueblo.
Todos sabían de los celos que éste tenía, de saber, que ese deportista merodeaba a su esposa, o de saber que su esposa, merodeaba al atleta.
Al sentirse señalado y acusado, sucio y fundamentalmente temeroso de perder su poder y su respeto, se reunió rápidamente con su mejor amigo: El Juez del pueblo.
Sólo bastaron dos horas de reunión para ordenar arrestar a José, a ese humilde artesano.
El pueblo se reveló, salió a las calles y gritó. Gritó y gritó la inocencia de José, hasta que el temor, ese temor egoísta que todos tenemos al “poder” y a la justicia, los fue callando.
El silencio ganó las calles. La gente volvió a sus casas y solo rezó, rezó para pedir por José, pero también, para descargar el peso de sus conciencias sucias, sucias de saber que estaban abandonando sus principios, estaban resignando la lucha por la verdad y por la justicia, sólo por “temor”.
En dos días José se encontraba frente al Juez. Todo el pueblo estaba reunido y todos sabían el veredicto.
- “José, se te acusa de haber matado cruelmente a un hombre; todas las pruebas están en tu contra, como Juez de este pueblo, debo garantizarte un juicio justo, por eso te dejo que elijas un abogado para que te defienda.”
José, en silencio, miró a su alrededor, observó a cada uno de los rostros que lo miraban y dirigiéndose al Juez, dijo:- “Señor, somo tres los que sabemos que soy inocente: Dios, el culpable y yo. No necesito que nadie me defienda, será Dios el que marque mi destino”.
El Juez lo miró con detenimiento y dijo: - Pues bien, todos aquí sabemos que eres un hombre muy creyente, por eso le dejaremos a Dios para que exprese si eres culpable o inocente. Te diré lo que haremos: Tomaré dos hojas, en una escribiré “Soy inocente” y en la otra “Soy culpable”; luego las doblaremos y tú escogerás una. De esta forma, será Dios quien nos diga, si eres culpable o si eres inocente; ¿aceptas?.
José sabía que ya no había nada que pudiese hacer. Resignado, se puso de pie, miró al Juez, tomó entre sus manos un crucifijo y dijo: “acepto, señor”.
El Juez llamó a su ayudante y lo mandó con los dos escritos doblados, para que José eligiera uno.
Una gran sonrisa se había instalado en el rostro de Marcos y también en el rostro del Juez. Los dos papeles tenían el mismo escrito: “Soy culpable”.
José, miró las dos manos temblorosas del ayudante, tomó un papel, miró al Juez, a Marcos y sin dudar lo puso rápidamente en su boca, lo masticó y lo tragó.
El Juez enfurecido y sin entender gritó: - ¡Qué hiciste! ¡Cómo sabremos ahora qué decía ese escrito?!
José, con mucha serenidad, dijo: - Es muy sencillo señor, solo debemos leer el escrito que tiene su ayudante y si dice “Soy culpable”, quiere decir que el que yo elegí y me tragué decía “Soy inocente”.
Pesaba sobre el rostro del Juez la imagen de la derrota. Ese ser tan humilde pero tan sabio, lo había vencido. Su trampa no había funcionado. Era Dios, en esa sala, quien impartía Justicia.
Tomó el papel, lo abrió y leyó: “Soy culpable”. Esas palabras en su boca todavía algo decían, pero el grito d felicidad de todo el pueblo allí reunido, salvó de la vergüenza y humillación, a ese señor, al que lo llaman Juez.
José se retiró de la sala, compartió los saludos con los allí reunidos y volvió a su humilde casa, a seguir trabajando en sus artesanías.
reflexion del cuento
Respuestas
Respuesta dada por:
0
asi es....................
luciamendozacruz016:
jajajjajjajjaj
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