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El sentido común nos sugiere que la mente y el cuerpo deben interactuar. Nuestras percepciones, pensamientos, intenciones, deseos y emociones afectan directamente a nuestros cuerpos y nuestras acciones. Desafortunadamente, las nociones del sentido común parecen implicar una contradicción. Parece muy claro que el cerebro y el sistema nervioso forman parte del mundo físico: tangible, visible, público, extenso en el espacio. Sin embargo, los pensamientos, sentimientos, conciencias y otros estados de la mente se nos presentan como mentales: intangibles, invisibles, privados, ordenados en el tiempo, pero no en el espacio. Si el cerebro y la mente son cosas fundamentalmente diferentes y si las leyes de causalidad requieren causas y efectos entre tipos semejantes, entonces es claramente imposible para el cerebro generar la mente o que la mente afecte al cerebro. Estas contradicciones constituyen parte del problema mente/cuerpo (el de la relación entre mente y cerebro).
No obstante, si la distinción entre la mente intangible e inextensa y la naturaleza física extensa se mantiene, entonces, el problema mente/cuerpo es también el de la relación de la mente con el mundo que nos rodea. El medio natural, después de todo, es una entidad física del mismo modo que lo es el cerebro, y el problema de explicar cómo llegamos a ser conscientes del entorno no es menos difícil que la relación de la conciencia con el funcionamiento del sistema nervioso. La mayor parte de la historia de la psicología ha transcurrido en el intento de llegar a comprender el problema de la relación entre la mente y el cuerpo y viceversa. Actualmente, como veremos, los científicos se ocupan de encontrar relaciones entre estados cerebrales y estados mentales.
Los estados del cerebro y del sistema nervioso (esto es, el cuerpo), generan nuestros estados mentales y, en un momento dado (aquí y ahora), un específico estado de conciencia. El estado de conciencia determina la percepción y el conocimiento del mundo psíquico individual y del mundo que nos rodea. En cada particular estado de conciencia se encuentran activas ciertas funciones neuro-cognitivas superiores que le son características. Adviértase que no debemos confundir estados mentales con estados de conciencia. Los estados mentales son subjetivos (sólo los percibe el propio sujeto), mientras que los diversos estados de conciencia son objetivos (puede percibirlos un observador externo).
Los neurofisiólogos distinguen entre estados normales de conciencia y estados alterados de conciencia. En su estado normal, la conciencia permite al sujeto dar una respuesta apropiada a los estímulos sensitivos y sensoriales. Especialmente, ante las situaciones más complejas promovidas por estímulos visuales y verbales. Hay dos estados normales de conciencia: 1) la vigilia o estado de alerta, y 2) el sueño, que a su vez se divide, para su estudio, en dos grandes etapas: a) el sueño lento o sueño de ondas lentas (SOL), y b) el sueño REM (rapid eye-movements) o sueño MOR (sueño con movimientos oculares rápidos), etapa en la cual se presentan con mayor frecuencia los sueños, es decir, las imágenes oníricas o ensoñaciones.
Los estados alterados de conciencia aparecen en la mayoría de los trastornos psiquiátricos. Estos estados alterados difieren del estado de vigilia en que, en esta última, la capacidad del sistema nervioso para adaptarse a una situación nueva, depende del sistema reticular activador. Los factores causales más comunes incluyen: trauma, accidentes cardiovasculares, drogas y otros envenenamientos, fiebre, desórdenes metabólicos, meningitis, infecciones, tumores cerebrales, desórdenes convulsivos, descompensación cardiaca. Las alteraciones patológicas, de la conciencia se dividen en: cualitativas y cuantitativas.