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En nuestras ajetreadas vidas, nos enfrentamos cada día con situaciones que no nos gustan. Algunas veces no se puede hacer mucho, y otras veces, tenemos la posibilidad de protestar, quejarnos, o luchar. Hoy vamos a ver como actuamos habitualmente, en función de nuestras personalidades, para luego valorar como deberíamos enfrentarnos a las insatisfacciones y problemas más habituales.
Todos gestionamos el conflicto y la insatisfacción de forma diferente
Te voy a citar diversos tipos de personalidades, y probablemente te vayas a reconocer en la segunda, aunque pertenezcas al primer grupo o al último. Es normal, tendemos a tener una visión parcial sobre nosotros mismos. Pero si miras a tu alrededor y analizas los comportamientos de los que te rodean, quizás sea más fácil clasificarlos a ellos, y también a ti indirectamente, mediante comparación.
El primer grupo es de las personas que se tragan las insatisfacciones. Al igual que todo el mundo, hay cosas que no les gustan, pero no se enfrentan a ellas, habitualmente por miedo al conflicto y a sus consecuencias.
El segundo grupo es de las personas que se enfrentan a sus insatisfacciones pero no siempre. En ocasiones, para lo que consideran importante, se quejan o intentan solucionar el problema. En otras, simplemente dejan correr.
Finalmente está el tercer grupo, los que no dejan pasar ni una, o muy pocas. Quizás por perfeccionismo, quizás por un alto sentido de la auto importancia, consideran que no pueden aceptar ninguna situación que les provoque insatisfacción, y se meten en conversaciones y conflictos cada poco.
El problema del primer grupo es que se amargan porque viven rodeados de situaciones sin resolver que los incomodan. El problema del tercer grupo es que viven en un conflicto casi permanente con todo lo que no les gusta. Pero, seguramente las personas del primer grupo piensan de sí mismas que son muy tolerantes y adaptables, y que realmente lo que hacen es aceptar las situaciones y seguir adelante.