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Estados Generales era el término que designaba a la asamblea conformada por representantes de los tres estamentos. No se había reunido desde 1614 y sus funciones en tiempos anteriores se reducían a la formulación de peticiones que la Corona aceptaba o rechazaba libremente. La elección de sus representantes -varones mayores de 25 años, censados fiscalmente- se ajustó a las normas tradicionales, por lo que las asambleas locales procedieron a la elección de sus representantes y a la redacción de sus peticiones a través de los Cuadernos de quejas (“Cahiers de Doléances”).
Los tiempos, sin embargo, ya no eran los mismos y el curso de los sucesos sería contrario a los intereses de la monarquía y los estamentos privilegiados. La reunión de los Estados Generales, que inició el 5 de mayo de 1789, evolucionó en un sentido revolucionario al plantearse la forma en que se agruparían los estamentos para votar a favor o en contra de las propuestas que se hiciesen. El Tercer Estado se empeñó en la reunión de los tres estamentos en una asamblea única y el voto por individuo, en vez de por estamentos. Con todo y la oposición de algunos miembros del clero, la nobleza y la del rey Luis XVI, los Estados Generales lograron su cometido y se instituyeron como Asamblea Nacional en junio del mismo año, y un poco después –el 9 de julio- en Asamblea Nacional Constituyente, al proponerse como una de sus tareas esenciales la redacción de una constitución para Francia. Esta actitud fue respaldada por los sectores populares y el campesinado, cuyos ánimos se enardecieron todavía más ante los rumores de que el rey había decidido reprimir militarmente, pero también por al alza del precio del trigo y el pan. Parte de esas manifestaciones, marcada incluso como el momento del estallido de la Revolución y como signo del derrocamiento del Antiguo Régimen, fue la toma por asalto del edificio de la Bastilla, una fortaleza-prisión, símbolo del absolutismo y a la que el pueblo acudió para proveerse de armas y municiones (14 de julio de 1789).
Los Estados Generales constituían en la Francia del Antiguo Régimen una asamblea o junta magna que convocaban los reyes para, con carácter excepcional, tratar asuntos urgentes, fundamentalmente de índole legal o financiera, como era recabar impuestos extrarodinarios.
Creados a comienzos del siglo XIV, se habían reunido en contadas ocasiones, la última vez en 1614. En ellos estaban representados los estamentos feudales divididos en tres brazos: la Nobleza (primero), el Clero (segundo) y el resto de los súbditos (el tercero).
Sus representantes (diputados) eran elegidos mediante asambleas, y cada una de éstas aportaba unos documentos denominados “cuadernos de quejas”, en francés “cahiers de doléances”, donde se detallaban sus problemas y aspiraciones.
Las decisiones se tomaban por brazos, es decir, cada uno de éstos, tras las correspondientes deliberaciones, aportaba un voto.
El 5 de mayo de 1789 se reunió la asamblea en Versalles, convocada por Luis XVI a instancias de su ministro Necker con la pretensión de resolver la crítica situación por la que atravesaba la Hacienda francesa. Los diputados sumaban un total de 1.138 individuos, repartidos de la siguiente manera: 270 por la Nobleza, 291 por el clero y 577 por el Tercer Estado, con lo que los diputados de éste último igualaban los de los dos primeros.
Lejos de tratar los asuntos para los que originalmente habían sido convocados, los diputados se enfrascaron durante largas sesiones en cuestiones de procedimiento. Los del Tercer Estado reclamaban que las reuniones tuviesen lugar en una misma sala y no por separado, a lo que se oponían los otros dos.
Ante la imposibilidad de llegar a acuerdos, los diputados del Tercer Estado, reunidos en una autodenominada Asamblea Nacional en el frontón de Versalles (Juego de la Pelota), juraron no disolverse hasta redactar una constitución para Francia