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Cuentan que el Sol envió a su hijo Gilgamesh a gobernar la ciudad de Uruk, en Mesopotamia. Pero a pesar de su riqueza y poder, éste nunca lograba sentirse en calma. Gilgamesh constantemente buscaba formas de demostrar su fuerza y autoridad: con frecuencia sometía a todos los habitantes y organizaba grandes cacerías en el bosque.
Pensando en engrandecer su reino ordenó que se construyera una elevada muralla alrededor de Uruk. En los trabajos para su edificación, participaron todos los hombres del lugar, obligados a abandonar a sus familias. La población comenzó a temer que estuviera planeando una guerra y le pidió ayuda al Sol. Éste decidió crear otro hombre tan fuerte como Gilgamesh.
El nuevo hombre se llamaba Enkidú. Llegó a vivir en el bosque, entre los animales. Cuando un cazador intentó atacar a sus amigos los protegió y éstos le quedaron muy agradecidos. Al saberlo, Gilgamesh enfureció. Enterado de cada vez más ciudadanos abrigaban la esperanza de que Enkidú los liberara de su dominio, planeó matarlo.
Una mañana la gente de Uruk presenció la llegada de Enkidú, quien quería enfrentar al cruel gobernante. El rey ordenó que todos se reunieran para mostrarles cómo vencía al extraño. Al verlo venir le gritó, desde una torre en la muralla: -Yo soy el más poderoso de los hombres. Te reto a un combate. Sube para que podamos pelear. -Estoy preparado para la pelea-respondió Enkidú mientras ascendía la muralla.
La batalla entre los dos fue muy intensa y se prolongó por mucho tiempo. Los dos hijos del Sol tenían la misma fuerza, y parecía que, al pelear, ninguno podía vencer al otro. Sin embargo, de pronto ocurrió algo sorprendente y terrible. Gilgamesh resbaló y empezó a caer por la pendiente.
Todos esperaban verlo morir. Pero, de inmediato, Enkidú le tendió su brazo para que se sujetara y salvara su vida. Cuando estuvo de nuevo arriba ambos se abrazaron. -¿Por qué me ayudaste?-le preguntó. -Porque sabía que si hay paz entre tú y yo, habría paz en Uruk y entre sus habitantes.
Conmovido por los hechos, Gilgamesh recapacitó y ordenó que se suspendiera la edificación de la muralla. Los habitantes organizaron una gran fiesta. En los años siguientes, bajo el gobierno de los dos hermanos, vivieron en una calma que no habían imaginado antes.