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Respuesta:EVANGELIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO”, EN AA.VV. ESPAÑA
MEDIEVAL Y EL LEGADO DE OCCIDENTE, MÉXICO, SEACEX-INAH,
2005, PP. 249-257.
El descubrimiento de América fue para sus protagonistas el descubrimiento del paraíso.
Paraíso terrenal para los conquistadores que ante sus ojos desplegaba sus inmensas
tierras y riquezas, paraíso espiritual para los religiosos que veían en ella una nueva
oportunidad para la construcción de la primitiva iglesia cristiana, lejos de las
encorsetadas jerarquías eclesiásticas y las definiciones dogmáticas, y lejos también de la
vieja iglesia europea cuyos cimientos se removían en estos momentos. Esta empresa
misional recayó en la Corona Española gracias a los privilegios que le otorgó la bula
Universalis Ecclesiae dada por Julio II en 1508, por la que se les conceden a los
monarcas hispanos el Patronato de la Iglesia en América. Estos, a su vez, confiaron a las
órdenes religiosas la conquista espiritual del territorio, legitimando su actuación
mediante dos bulas papales: la Alias Felicis dada por León X el 25 de abril de 1521 y la
Exponis Nobis Nuper Fecisti (Omnimoda) de Adriano VI otorgada el 10 de mayo de
1522. Ambas proporcionaban a las órdenes mendicantes autoridad apostólica allí donde
faltaran obispos o se hallaran éstos a más de dos jornadas de distancia, salvo en aquellos
ministerios que exigían consagración episcopal.
Varias fueron las razones que determinaron este monopolio de las órdenes
religiosas en la evangelización de América, argumentado legalmente por la bulas
papales mencionadas, las cuales son fruto en algunos casos de las condiciones mismas
del descubrimiento del Nuevo Continente. Así, tras el fracaso de la experiencia
caribeña, que supuso la desestructuración de la sociedad indígena y el progresivo
exterminio de la población autóctona, la incorporación en 1521 de las posesiones del
imperio azteca a los dominios hispanos, con su riqueza, extensión territorial y amplio
abanico cultural, puso en marcha el proceso de conversión y evangelización de las
distintas comunidades que formaron el Virreinato de la Nueva España. México se
convierte entonces en un gran banco de pruebas donde se prioriza la labor evangélica, en
oposición a la política de los gobernantes hispanos caribeños que apenas se preocuparon
por construir iglesias, encargándose de ella las órdenes religiosas que predican con vigor
el retorno a la pobreza y basan sus reglas en la vida comunitaria, la oración y la
predicación. Entre esas órdenes monásticas destacaron las “mendicantes”, llamadas así
Explicación: