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Sin duda, alumnos y profesores somos conscientes de que vivimos en una sociedad que fomenta las relaciones multilingües y multiculturales, que las fronteras culturales se amplían y, en algunos casos, absorben límites que tradicionalmente habían sido considerados infranqueables.
El General Survey of Aspects of Foreign Language Teacher Training, en su Informe final de Marburg (UNESCO, 1986), indica expresamente: «El entendimiento entre los pueblos y la paz en el mundo dependen en gran medida de la capacidad de los hombres para comunicarse entre ellos de manera constructiva. Los profesores de lenguas, tienen, por lo tanto, la oportunidad especialísima de contribuir al logro de una de las metas más importantes de la Humanidad». Esta confianza puesta en el profesor de L2 parece exigirle la delimitación de los objetivos adecuados para fomentar tal comprensión a partir de las conexiones culturales que puede transmitir junto a la lengua que enseña; con este objeto, acaso deba reconsiderarse la orientación metodológica y la elaboración de propuestas concretas a utilizar.
Las siguientes reflexiones quisieran destacar las implicaciones que puede tener la lectura literaria y el empleo de textos en la clase de L2 como exponente y recurso de transmisión cultural, que sirvan al alumno para formarse un saber intercultural referido al ámbito social de la comunidad lingüística de la lengua meta. Para ello, es preciso que el profesor de lengua extranjera desarrolle una especial sensibilidad ante otras culturas y grupos sociales, para que sepa transmitir aspectos de la cultura en la que se inserta la lengua que enseña; es decir, debe dominar estrategias para desarrollar un diálogo intercultural -que por nuestra parte consideramos indispensable-, diluido en el proceso de enseñanza/aprendizaje de la lengua.
Hoy, cuando el predominio de lo oral en el aprendizaje de lenguas extranjeras parece ser finalidad casi exclusiva, quizá convendría reconsiderar si, realmente es posible dominar una lengua sin saber leerla, sin conocer sus producciones escritas con rango de exponente cultural.
Frecuentemente asociamos lengua con cultura, en un conglomerado indisociable e interdependiente, lo que no deja de ser cuestionable. La literatura actúa, precisamente, como el engarce entre ambas: de ahí nuestro interés en reflexionar sobre este tema. Ciertamente, en la enseñanza de Lenguas extranjeras jamás se han abandonado ni los textos escritos ni los textos literarios, aunque los vaivenes de la innovación metodológica hayan alejado ocasionalmente la presencia de los textos literarios de las aulas de L2. Consideremos, de entrada, que, si la adquisición/aprendizaje de una L2 es más que una formación de hábitos, puesto que exige el conocimiento de recursos de creatividad lingüística, la literatura es fuente adecuada para fomentar tal creatividad.
Desde la perspectiva de la Didáctica de la lengua extranjera, la lectura y el trabajo con textos seleccionados de entre la producción literaria de la lengua meta tiene un doble interés, ya sea por el posible valor referencial de los contenidos del texto, que para el alumno /lector suponen una apertura y ampliación de su conocimiento de mundo y una motivación hacia la lectura, ya sea por su función de complemento de cualquier planteamiento metodológico seguido en la enseñanza de L2. Los textos literarios aportan diversos aspectos gramaticales, funcionales, comunicativos, culturales, etc. para el aprendizaje de la lengua1
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