necesito una anécdota fantástica y que al mismo tiempo suene como natural
Josué014:
¿Qué quede como si fuera una historia real? O sea, ¿nada de fantasía?
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Esta mañana mi madre se levantó con sed de conocimiento. Hace poco llegó a casa un nuevo inquilino (un canario flauta) y mi madre ansiaba leer libros especializados en ornitología doméstica para satisfacer las necesidades del pequeño ruiseñor.
Y yo, como buena hija (y bibliotecaria) que soy, le he aconsejado que se acercara a la biblioteca del barrio para consultar documentos sobre la materia. Como no, las primeras dudas no se han hecho esperar…
¿Es gratis? ¿No me dirán nada al entrar? ¿Y me puedo sentar allí a leerlo cómodamente? ¿Estás segura que no me dirán nada?
[...]
Por la tarde, de regreso a casa, me encuentro a mi madre que volvía entusiasmada de la biblioteca del barrio y me explica las divinidades del lugar:
Qué silencio, qué tranquilidad! La chica me ha enseñado donde están los libros sobre canarios… Anda que no tienen! Me he estado un buen rato allí sentada leyéndolos… Tú no eras socia?
Volvemos juntas a la biblioteca del barrio para sacar en préstamo los libros que previamente había consultado. Me explica en voz alta que, después de ojearlos, los ha devuelto a la estantería. Llegados a este punto, no puedo evitar sacar mi vena bibliotecaria y horrorizarme:
Shhhhhhht! Silencio! Nos están mirando fulminando con la mirada! No! Una vez consultas los libros, déjalos en el carrito: jamás los devuelvas a la estantería, están clasificados con un número y podrías desordenarlos perdiéndolos así para siempre!
Hoy ha sido la primera vez que mi madre ha pisado una biblioteca pública sola (anteriormente había entrado como acompañante para devolver unos CDs). Me parece que le ha complacido la experiencia. Creo que volverá, al menos para devolver los libros prestados!
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